El Líbano vuelve a celebrar su día nacional, pero no sale de la crisis

Natalia Sancha

INTERNACIONAL

El Gobierno acordonó la zona en la que se conmemoró la independencia del país con una parada militar

23 nov 2008 . Actualizado a las 02:00 h.

La parada militar que conmemoró el 65 aniversario de la independencia libanesa se celebró a escasos metros de la tumba de Rafic Hariri.

El acto no tenía lugar desde el 2005 y estuvo lleno de simbolismo, pero también de contradicciones. No pasó de ser una fiesta privada para personalidades libanesas y extranjeras, una selección de la Armada y medio centenar de periodistas. En el palco, tres sillas simbolizaban el pacto nacional no escrito que sentó las bases del sistema político confesional libanés. El presidente, Michel Suleiman, ocupó la silla central, con el primer ministro Siniora a su izquierda y el portavoz del Parlamento, Nabil Berri, a su derecha.

Desde la independencia en 1943, la ley manda que el presidente sea un cristiano maronita, el primer ministro un musulmán suní y el portavoz, un musulmán chií. Pero este sistema se ha quedado obsoleto al no contemplar los cambios demográficos. Hoy por hoy, las proporciones de suníes, chiíes y cristianos son un misterio, ya que el último censo data de 1932.

Los que faltaron a la ceremonia fueron los súbditos de la nación, ya que la zona estuvo acordonada en un kilómetro a la redonda. Día nacional sin nacionales. Para el pueblo raso, se convirtió en una mañana de atascos y desvíos para sortear las barreras militares. Michel Cherabieh, hostelero, se mostró indiferente: «No me parece mal que lo celebren. Si hemos celebrado la independencia cuando nuestro país estaba ocupado al 100% hace tres años, pues mayor razón para hacerlo hoy con solo el 5% de ocupado por israelíes [en las granjas de Cheba]».

Estos comentarios aluden a una larga historia de no independencia. La ocupación siria (1976 -2005) e israelí (1982-2000) suman un total de 29 años, que superan los 23 del mandato francés. Entretanto, el país vivió 15 años de devastadora guerra civil, cuyos fantasmas se volvieron a ver el pasado mes de mayo. Mientras que las relaciones avanzan con la vecina Siria, las tensiones entre Hezbolá e Israel se han crispado desde la guerra del 2006.

La independencia representa ambos polos: un sueño de futuro y el lastre del pasado. El pacto nacional sobre el que se forjó el país se basaba en no recurrir a países extranjeros para solventar problemas internos y en un sistema político confesional. Ninguno de los dos preceptos ha funcionado.

El Líbano está polarizado entre los seguidores de Hariri y los del tándem Nasralá-Aoun. Ambos recurren a terceros países para solventar sus problemas, lo que convierte a un país de 4 millones de habitantes en el tablero de enfrentamientos exteriores. El sistema confesional también ha tocado fondo, con una amplia sobrerrepresentación política de los cristianos.