Praga advierte ahora de que podría no aprobar el Tratado de Lisboa

Juan Oliver

INTERNACIONAL

El Gobierno británico, pendiente de una decisión judicial para considerar ratificado el texto de la UE

21 jun 2008 . Actualizado a las 02:00 h.

Por si no tuvieran bastante con el lío en el que les ha metido Irlanda con el no al Tratado de Lisboa, los líderes de la Unión Europa abandonaron ayer Bruselas con un nuevo quebradero de cabeza. La República Checa, que asumirá la Presidencia rotatoria de la UE el mismo día en el que el Tratado debería entrar en vigor, les advirtió de que no está tan claro que vaya a dar luz verde al texto.

Ayer, los checos forzaron a sus socios a incluir en las conclusiones de la cumbre una nota a pie de página tras el párrafo en el que los Veintisiete se comprometen a seguir con los planes para aprobar el Tratado como si fuera a empezar a funcionar el 1 de enero del 2009: «El Consejo Europeo toma nota de que la República Checa no puede completar el proceso de ratificación antes de que el Tribunal Constitucional ofrezca un dictamen positivo sobre la compatibilidad del Tratado de Lisboa con el orden constitucional checo», reza el aviso a navegantes.

Quizá el apunte no tendría más importancia si no fuera porque el primer ministro checo, Mirek Topolánek, lo explicó luego ante la prensa con una expresión mucho más fácil de entender: «Yo no apostaría 300 coronas por un sí checo», dijo. Al cambio actual, 300 coronas vienen siendo cuatro euros, es decir el precio de un par de cafés en una terraza de Praga.

Gobierno de coalición

El resto de líderes trató ayer de restar importancia al órdago de Topolánek, recordando que en Praga gobierna un gabinete de coalición en el que el primer ministro es de la rama euroescéptica. Y es cierto que el ministro de Exteriores, Karel Schwarzenberg, que se cobija bajo el ala proeuropea del Ejecutivo, se mostró ayer confiado en que el Constitucional validará el Tratado. Pero ni siquiera eso garantiza que el Parlamento vaya a aprobarlo, porque el propio Topolánek anunció que dará a los diputados de su partido plena libertad para votar: «No les obligaré a apoyar Lisboa», advirtió.

La jugada checa ofrece oxígeno a los partidarios de reformar el Tratado para permitir a Irlanda una salida digna que no le obligue a convocar un nuevo y arriesgadísimo referendo. Pero también da alas a los partidarios de convocar consultas en otros países, como el Reino Unido. En un intento de frenar la revuelta checa, Nicolas Sarkozy amenazó con frenar las ampliaciones.

Demanda

Un juez ordenó ayer al Gobierno de Gordon Brown que paralice la ratificación hasta que se resuelva la demanda de un particular que exige que el texto se someta al dictamen de la ciudadanía. Y es verdad que el juez llegó tarde, porque cuando dictó su auto la Cámara de los Lores ya había aprobado la norma, y la reina Isabel ya la había sancionado. Pero el propio Brown reconoció que no podrá considerarse aprobado hasta que la Justicia se pronuncie.

Así las cosas, los Veintisiete acordaron darse cuatro meses antes de volver a verse el 15 de octubre, una vez que Dublín haya sondeado, a nivel interno y en consultas con otros socios, las posibles salidas a la crisis.

En ese sentido todas las opciones parecen abiertas. Para algunas fuentes la solución pasaría por convocar una nueva consulta en Irlanda y hacerla coincidir con las elecciones a la Eurocámara en la primavera del 2009, y para otras, por un rediseño del Tratado que ofrezca a los irlandeses garantías de que no perderán peso en las instituciones cuando Lisboa las reforme. Incluso hay quien aventura una consulta para modificar la Constitución, con una pregunta trampa que garantice el triunfo del sí para que el Tratado se pueda aprobar en el Parlamento. Claro que, como Topolánek, nadie se juega ni dos cafés a cuál será la decisión final.