La barriada pobre en la que los jóvenes no queman coches

La Voz

INTERNACIONAL

09 dic 2007 . Actualizado a las 02:00 h.

Para quienes defienden que la violencia en los municipios de las afueras de París debe enfrentarse desde las causas de la degradación social que padecen sus habitantes, Mantes la Jolie es uno de los mejores ejemplos. A principios de los años noventa, la ciudad, de 44.000 habitantes, era una zona industrial de la periferia más alejada de la capital, a cincuenta kilómetros del centro por autopista y con unos índices de desempleo y pobreza similares a los del resto de barrios. También allí se reproducían con frecuencia disturbios, algaradas y quemas masivas de vehículos.

En 1995, sin embargo, Mantes decidió derribar tres horrendos bloques de viviendas sociales recién construidos junto al Sena, que de no haber mordido el polvo habrían acabado seguramente por configurar una nueva barriada. Fue el inicio de un proceso que ha transformado la cara de una ciudad que sigue sufriendo graves problemas de paro y desestructuración social, pero que ha logrado contener los índices de delincuencia y evitar que episodios de violencia como el sucedido hace dos semanas en Villiers se extendieran a sus calles.

Territorio estratégico

Claro que en esa mejora ha tenido mucho que ver un proyecto global de recuperación urbana que convirtió a Mantes y su conurbación en territorio estratégico para el Estado francés. «Conseguimos inversiones para mejorar las comunicaciones por ferrocarril y por carretera, para crear parques empresariales centrados en el sector terciario y para desarrollar un urbanismo respetuoso con el medio ambiente», aseguran en el ayuntamiento.

El centro de Mantes, iluminado estos días con adornos navideños, se presta a un paseo tranquilo, todo lo contrario que en zonas como Saint-Denis o Clichy sous Bois, entre las más afectadas por los disturbios y que padece una terrible contradicción: el Ministerio del Interior se ha gastado este año 18 millones de euros en la vigilancia aérea del norte de París y los sobrevuelan constantemente helicópteros de la CRS. Pero a pie de calle no hay policía, y en Clichy ni siquiera hay comisaria, lo que indigna a su alcalde, Claude Dilain, quien exige soluciones al Estado: «La etapa de los diagnósticos, de las hipótesis y de la compasión ha terminado. Queremos hechos».