A 133 kilómetros de Santiago

La Voz SARRIA/LA VOZ.

LUGO

A lo largo de esta semana, un periodista de La Voz de Galicia recorrerá el camino en Lugo con tres peregrinos

14 sep 2010 . Actualizado a las 02:00 h.

Subir montes, esquivar piedras o ver amanecer tras las montañas de Os Ancares es algo que una persona solo puede vivir haciendo el Camino de Santiago. El paso diario de peregrinos deja huella a menudo por las quejas y problemas que ellos les ven a las etapas en Galicia. Sin embargo, nada mejor que hacer el camino con ellos para conocer de cerca su experiencia. Desde ayer, un periodista de La Voz de Galicia recorrerá las etapas del camino francés que cruzan la provincia para conocer la ruta desde el punto de vista de un peregrino más. Como acompañantes, tres catalanes que comenzaron su marcha hacia Santiago en León. Ellos, mejor que nadie, pueden sacar los pros y los contras a esta senda.

O Cebreiro fue el lugar escogido para comenzar estas crónicas desde el Camino. Con un día que, pese a las predicciones meteorológicas, amaneció claro, nos pusimos en ruta con Carlos Zamudio, de 25 años, su novia Ana Aromí, de 24, y una de tantas compañeras de fatigas que estos dos jóvenes conocieron antes de entrar en Galicia, Gema Barco, de 33 años. Todos ellos catalanes y, en su caso, León fue el punto de partida hacia Santiago.

El camino para estos jóvenes es una experiencia que tiene su argumento clave en el Año Santo. Aunque aseguran no tener motivos religiosos para hacer esta peregrinación, las ganas de superarse a sí mismos y de conocer Galicia les ha traído hasta aquí. Los tres viajaron en tren hasta León. Carlos Zamudio y Ana Aromí aprovechando quince días de vacaciones, y Gema Barco agotando un período vacacional que, una vez llegue a Santiago, alargará unos días más para conocer mejor el territorio gallego.

En sus mochilas, lo imprescindible. Se acabaron esas bolsas que casi eran tan grandes como los que las portaban. Estos tres peregrinos, y buena parte de los que caminan hacia Santiago, han decidido reducir su equipaje a dos mudas, dos pantalones, dos camisetas y algunos productos con los que asearse. El saco, por su parte, apenas sobresale de sus mochilas. Cinco kilos por persona es el peso aproximado que lleva cada uno.

Ilusión y algunas agujetas

Carlos Zamudio y Ana Aromí empezaron a caminar la semana pasada. La ilusión por completar etapas pronto se vio truncada por una pequeña lesión de Aromí que les hizo reducir el recorrido previsto para cada día. Sin embargo, dado que planificaron la ruta de manera que la pudiesen hacer con paradas intermitentes, ayer todavía les sobraban días para llegar a Santiago.

El camino de esta pareja, exento de las habituales prisas de los peregrinos por llegar al siguiente albergue, cuenta cada mañana con una parada obligatoria. Ellos le llaman la de la tostada, producto con el que endulzan sus paladares unos kilómetros después de salir del albergue y con el que hacen la primera comida del día. Ayer, esa parada tuvo lugar después de subir el alto do Poio. Una pendiente que hizo temblar las piernas de muchos peregrinos, pero cuyo esfuerzo se vio reconfortado con las vistas de Os Ancares que se podían divisar desde allí. «Mira, mira, por aquí hemos venido» se congratulaban algunos, «esto no tiene precio», apostillaban luego desde lo alto de la montaña.

A las dos, con los pies puestos en Triacastela, el albergue de la localidad ya estaba lleno. Uno privado dio cama a estos tres peregrinos durante la pasada noche. A 133 kilómetros de Santiago, el fin se ve más cerca, las ampollas afloran, pero cada curva, cada valle, esconde un secreto y una nueva experiencia. La aventura continúa mañana.