«Por el día de la ordenación sacerdotal suspiré toda la vida»

Y. García VILALBA/LA VOZ.

LUGO CIUDAD

En la parroquia de Santiago, en la ciudad del Landro, celebró el viernes, con diversos actos, sus bodas de oro sacerdotales

15 jun 2010 . Actualizado a las 02:00 h.

El párroco viveirense José Bello Lagüela (Sancobade-Vilalba, 1936), que atiende la Parroquia de Santiago en San Francisco desde hace una década, es director espiritual de la Adoración Nocturna de Viveiro, delegado diocesano para el Movimiento de Cursillos de Cristiandad, miembro del Colegio de Consultores y desde hace unos meses también canónigo de la Catedral Basílica de Mondoñedo, recuerda especialmente estos días el año de su ordenación sacerdotal, 1960. Cumple las bodas de oro, celebración que compartió el pasado viernes con compañeros, feligreses y amigos en una misa oficiada por Vicente Casas en San Francisco y en una cena posterior en Area. -¿Cómo le han tratado estos años los fieles de Viveiro? -Una muestra de que son buena gente y se portan bien conmigo es este homenaje, sin contar yo con él. Pensaba celebrar una misa en este día, que es importante para mí, y resulta que ya había una comisión organizadora. Como un cura me dijo, «déjate querer». Esto te vincula más a la Parroquia. -Tiene 74 años. ¿Piensa ya en la jubilación? -A los sesenta y pico uno se jubila por obligación, pero en el caso de los curas seguimos en activo hasta los 75. A esa edad debemos presentar al obispo la dimisión, si quiere tomarla. Pero mientras pueda hacer algo, quiero hacer algo. Mi vocación siempre ha sido ser cura. -¿Recuerda su ordenación? -Sí fue en Vilalba, en un congreso eucarístico. ¡Que coincidencia más bonita! Fue donde nací. Me acuerdo perfectamente porque era un día por el que suspiré toda mi vida, y si cien veces tuviera que hacerme cura cien veces lo haría. -En la actual faltan vocaciones en el ejercicio sacerdotal. -Estamos en un momento de escasez. Hay que pedir al Señor que nos mande operarios a su heredad. Una parroquia sin cura no tiene vida. Es el que hace actuar a Cristo, y que su salvación la haga presente hoy y aquí. -Pero una parroquia sin creyentes tampoco tiene vida. -Cierto. Es muy bonito ser cura, hay que partir de una gran amistad con Cristo. -¿Nota que haya más fe por la crisis o al contrario? -Lo que percibo es esa necesidad de algo distinto, de algo más, veo que la gente es sensible a la acogida, al cariño y tengo una idea de hacer de la parroquia una familia, hacer cumplir el mandamiento «amaos los unos a los otros». Tiene que ser algo parecido a una familia, pero hay que trabajar en ello. -¿Dónde fue párroco? -Hice mucho recorrido en mi vida. Empecé en Ferrol en la parroquia de las Angustias, que era de esos barrios famosos, me mandaron a Castroverde cerca de Lugo, me destinaron a San Nicolás de Neda donde estuve muchos años, contento porque es como mi parroquia adoptiva, me destinaron a Vilalba, pasé a Foz, luego a Ribadeo (Santa María do Campo) y de Ribadeo a Viveiro (Santiago), y aquí tuve otros nombramientos. -¿Cuál es la parte que más le apasiona de ser sacerdote? -Sentirme muy amado con Cristo y tratar con la gente en general, pero los jóvenes me preocupan y me entusiasman, noto en ellos ese vacío, porque los jóvenes son el futuro y si se entregan al Señor hay generosidad e ilusión. Lo bonito del cura es trabajar con todas las personas, se van viendo las necesidades y preocupaciones. Yo además trabajé mucho con matrimonios.