Los ríos gallegos pierden su filtro natural, el mejillón

Sergio López LUGO / LA VOZ

SANTIAGO CIUDAD

Las especies que sobreviven tienen más de 50 años y no se reproducen

10 jul 2011 . Actualizado a las 06:00 h.

Pueden vivir hasta 150 años y Galicia tiene el honor de ser la región de Europa que tiene mayor número de especies. Sin embargo, el mejillón de río que tanto abundó en los cauces fluviales de esta tierra ha ido desapareciendo poco a poco y hoy verlos resulta complicado. En una visita al río Miño a su paso por el lugar de Teiquesoi, en O Páramo, solo dos de los bivalvos encontrados estaban vivos. El resto yacían muertos entre una espuma poco propia de las zonas fluviales.

Su forma de reproducirse es, en cierto modo, atípica a lo acostumbrado en otras especies de río. Las que se suelen encontrar en los ríos gallegos (Potomida Littoralis, Margaritifera Margaritifera y Anodonta Anatina) se reproducen utilizando peces hospedadores. Es decir, estos bivalvos uniónidos lo que hacen es escupir una larva del interior de sus caparazones y esta queda suelta por el río hasta que otro animal, generalmente una trucha, un salmón o un reo, la absorben. Esta larva, antes de ser ingerida por el pez, ya es un embrión. Así que, cuando este la escupe de nuevo al río, la cría ya está lista para empezar a crecer.

Depositadas en el fondo

El bebé mejillón, una vez empieza a crecer, necesita de unas condiciones de acidez y de corrientes acuáticas óptimas. Es decir, mientras la Margaritífera margaritífera suele aparecer en ríos muy movidos, la Potomida littoralis se suele criar en zonas en las que el agua está en estado de reposo.

Precisamente la Potomida littoralis fue la encontrada por un redactor de este periódico en el río Miño a su paso por O Páramo. Suele ser la más habitual, sin embargo, al haberse producido en días recientes un vaciado repentino del cauce, buena parte de las piezas encontradas estaban muertas.

Su caparazón aparecía en la mayoría de los casos debilitado en el punto en el que se juntan las dos conchas protectoras. Según la doctora María Paz Ondina, del departamento de Zoología de la USC, esto es normal porque al ser la primera de las capas que cubren al bivalvo desde que nace suele debilitarse antes. Para entenderlo habría que pensar en el tronco de un árbol. Si se hace un corte se observa que los anillos van creciendo de forma radial desde el centro hasta los extremos. Cada capa indica el número de años que tiene el ejemplar. Así que, en el mejillón, como en el árbol, sucede parecido. Si se observa su concha se ven capas que van del centro a los bordes. Estas indican la antigüedad de la pieza.

Pero esta debilidad que se ve en la zona más vieja de la cáscara no se debe, normalmente, a procesos naturales. En realidad, lo que está haciendo que estos mejillones aparezcan con agujeros es la acidez de los ríos. Esta ataca como si fuese un líquido corrosivo a la capa protectora y deja al animal desvalido. Y en ese punto es en el que aparece el ser humano, en el de la destrucción.

Depuradores de ríos

Los vertidos realizados a los ríos de forma incontrolada y el vaciado de presas están haciendo que el mejillón, capaz de filtrar un litro de agua por hora dejándola cristalina, desaparezca. Si antes Galicia podía tener el orgullo de ser la región con más ríos de Europa capaces de albergar bivalvos, hoy, los que antes presumían son los mismos que han acabado con ellos sin que este animal haya podido hacer nada.

La trucha o el salmón, encargados de remontar ríos para transportar las larvas, se encuentran ahora con grandes muros de hormigón infranqueables. Los bivalvos, afectados por contaminantes y vertidos tampoco pueden reproducirse. Solo queda que quien los está extinguiendo los vuelva a recuperar, es decir, el ser humano.

En peligro de extinción

Especie vulnerable

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