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oy vinieron a mi memoria los tambores de África, los ritmos del Caribe, la voz del muecín en la mezquita de Rabat. En el patio de mi casa apareció la música rizada de las primeras golondrinas. Está aquí la primavera y en Lugo organizan los Encontros das culturas. Me parece una iniciativa solidaria. Tengo que felicitar a la corporación, a la concejalía de la cosa y al alcalde López Orozco.
El cambio de Lugo se nota en esta llegada de «los otros». Los otros son los inmigrantes. Se han instalado en silencio, de puntillas, dejando el poso de su cultura, la originalidad y el exotismo de su presencia. Lugo nunca ha cerrado la muralla a los de fuera. Los Encontros quieren acercar a los lucenses las costumbres de los pueblos que han llegado buscando pan y trabajo. Se les darán charlas sobre inmigración y administración local e información sobre recursos para combatir la violencia de género. A cambio, ellos regalarán su folclore, su gastronomía y sus costumbres.
Me parece un intercambio justo. Nos regalan su trabajo y nos entregan su alma. Nosotros les dejamos que se expresen. Conoceremos los secretos del tango, la danza oriental y los ritmos coloristas de Bollywood, y degustaremos el té árabe y los sabores colombianos. Está bien pasar del sonido del piano a los tambores. La música es siempre un anillo de amistad. Yo he llegado tarde al jazz, pero ahora lo alterno con la música celta de fusión. Nuestros adolescentes ya han suscrito pólizas de exotismo. Ellos, viseras y vaqueros rotos de Harlem. Ellas, son góticas, pijas, fashion, lolitas y punkies. Lucen con normalidad tatuaje en el ombligo, piercing en los labios y tetamen de vértigo. Los otros somos ya nosotros.
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