Una hija del éxodo, en Argentina

SOCIEDAD

Nacida en Suiza, Cristina llega en su tercer destino a Buenos Aires. Antes fue África y Asia. Ahora, dice «no puedo volver a casa y seguir mirando con los mismos ojos»

28 sep 2008 . Actualizado a las 02:00 h.

Podría chocar que el país más desarrollado de la desigual América Latina, según Naciones Unidas, precise también de la ayuda internacional. Pero existe, porque pobreza hay. Argentina es uno de los tres países (junto a Venezuela y Uruguay) que la cooperación gallega ha colocado con un estatus especial; no es un Estado prioritario en la acción exterior (como sí son los de Centroamérica o algunos africanos), pero por los lazos culturales e históricos se mantiene una actividad solidaria.

Cristina Caamaño lleva seis meses allá. Sabe de esos lazos porque ella nació en otro país de fuerte recuerdo para el éxodo gallego, en Suiza. En Buenos Aires suma su tercer destino internacional. Antes hubo otros dos que poco tienen que ver con la realidad argentina que ver a diario y que le recuerda algo a Europa: Guinea Ecuatorial y Timor Leste. Aunque lo primero fueron unas dudas: «Siempre he estado muy interesada en temas sociales, pero nunca supe cómo materializar mi implicación».

En el primero de esos países, el africano, se estrenó junto a una organización vasca, cuatro meses en un proyecto de atención sociosanitaria en uno de los distritos más pobres, el de Cogo. Apenas hay 30 médicos por cada 100.000 habitantes y por cada 1.000 niños que nacen vivos otros 123 mueren. «Lo peor, sin duda, saber que un niño se va a morir por no tener un simple suero y no poder hacer absolutamente nada».

La siguiente parada fue en otro continente, en Asia, en Timor Leste en la primavera del 2007, como observadora de la ONU en el proceso electoral. «Fue otra manera de ver la cooperación», rememora. Allá, como antes en África y ahora en el Cono Sur, la motivación es la misma: «Mis ansias por conocer otras culturas, por dar y recibir, por intentar hacer algo para que la diferencia se acorte y no se agrande más».

La tarea de la solidaridad gallega no se visualizará a corto plazo, porque no se trata de una intervención de urgencia. «Estamos intentando armar una red de cooperación con distintos estamentos de la sociedad para que los beneficiarios sean toda la población en general, es un país muy grande y hay muchas y muy diversas necesidades».

«Tengo claro -relata- que la que más gana soy yo, el aporte que toda esta gente que lucha por hacerse un sitio en el mundo, que lucha por sobrevivir, me hacen a mí es inmensamente mayor que el que yo pueda hacer con mi trabajo».

Gracias a todas esas experiencias, completa, «soy lo que soy». Después de tres continentes pisados y algunas situaciones críticas vividas, dice que nada vuelve a ser igual: «Una no puede volver a casa y seguir mirando con los mismos ojos de antes, para mí han cambiado mis prioridades, la forma de vivir, de entender las cosas, de mirar a los otros... Todo».