¿Por qué ahora?

Miguel-Anxo Murado
Miguel-Anxo Murado EL MUNDO ENTRE LÍNEAS

INTERNACIONAL

18 dic 2014 . Actualizado a las 05:00 h.

El catalizador de este paso es paradójicamente el declive de Barack Obama

¿Por qué ahora? Lo cierto es que, de hecho, Obama ya había intentado mejorar las relaciones con Cuba al comienzo de su mandato pero tuvo que dejarlo precisamente a raíz de la detención de Alan Gross. Ahora, una conjunción de factores le permite reabrir el caso. La idea de que esta era una puerta que había que abrir ha ido madurando lentamente en la sociedad norteamericana. La comunidad cubano-americana, compuesta mayoritariamente por jóvenes e inmigrantes recientes, ha cambiado mucho. Los sondeos indican que una mayoría se opone al embargo. En el último mes, el New York Times había publicado nada menos que seis editoriales también urgiendo al presidente a ponerle fin. En los países latinoamericanos, entre los que Washington ha perdido mucho terreno en la última década, esa exigencia era ya un clamor. Se habla incluso de una importante mediación del papa Francisco, que habría prestado el Vaticano para reuniones secretas la primavera pasada. El apretón de manos de Obama y Raúl Castro en el funeral de Mandela, la mediación conjunta de La Habana y Washington para resolver el conflicto en Colombia, el generoso compromiso de Cuba en la lucha contra el ébola en África? Los gestos estaban ahí, solo faltaba un catalizador. Y ese catalizador puede haber sido, paradójicamente, el declive de la presidencia de Obama, que se acerca a su final habiendo perdido, además, su mayoría en el Congreso. Un axioma de la política norteamericana dice que los presidentes que se quedan en minoría no tienen más remedio que dedicarse a la política exterior, pero en el caso de Obama se trata, quizás, de algo más que eso. Como demostró hace poco al enfrentar otro asunto espinoso, el de la inmigración ilegal, Obama quiere dejar un legado que responda, aunque sea en una pequeña parte, con las expectativas estratosféricas que había despertado su presidencia.

Irónicamente, esa derrota demócrata en las legislativas ha ayudado algo al presidente, al perder su escaño el senador Bob Menéndez, el halcón anticastrista de su propio partido que presidía el importante Comité de Relaciones Exteriores. Pero no hay que engañarse: Obama necesita al Congreso para poner fin al embargo y Menéndez no era, evidentemente, el mayor obstáculo. No hay duda de que los republicanos se opondrán a esta medida, como ya ha prometido Marco Rubio, cubano-americano y estrella en ascenso dentro del partido. Pero Obama cuenta con algunas ventajas. Para empezar, se ha apresurado a anunciar que sacará a Cuba de la lista de países que favorecen el terrorismo. Aunque siempre se habla de la Ley Helms-Burton, es de ahí de donde nacen las sanciones más duras. Y sobre todo el presidente pone al tiempo a trabajar para él. Su esperanza será que, conforme se empiecen a multiplicar los contactos y los viajes, se genere una inercia que fuerce a los republicanos a reconsiderar su postura. De eso se encargarían los propios cubano-americanos de Florida, cuyo voto se considera esencial para ganar unas presidenciales. Ya han avistado Cuba en el horizonte, y ahora va a ser difícil que dejen que vuelva a desaparecer en la calima.