El San Juan antes de la sardina

Á. M. Castiñeira REDACCIÓN / LA VOZ

HEMEROTECA

Una muchacha prepara la típica agua de San Juan para la mañana del 24 de junio. «La matita de salvia, el pie de romero, la malva camuesa, la yerba buena, la reina Luisa, el laurel. Todo cayó al filo de la hoz [...] y sus sanos perfumes invadieron en gratísima oleada el ambiente», decía el pie de la ilustración.
Una muchacha prepara la típica agua de San Juan para la mañana del 24 de junio. «La matita de salvia, el pie de romero, la malva camuesa, la yerba buena, la reina Luisa, el laurel. Todo cayó al filo de la hoz [...] y sus sanos perfumes invadieron en gratísima oleada el ambiente», decía el pie de la ilustración.

Nada de pescado. Hace un siglo el menú festivo consistía en cabritos, carneros y pollos, que se comían a la luz de hogueras y farolillos y al son de pianos de manubrio

24 jun 2017 . Actualizado a las 04:00 h.

Ahora que el costillar porcino y el criollo destierran de las parrillas el omega 3, aumentan los paladines de la sardina que se baten en defensa de la tradición. Pero lo cierto es que en el pasado el pan ya lo pingaban otros pescados. «Ayer hubo una decapitación universal de cabritos, carneros y pollos [...] para celebrar por todo lo alto la festividad del día. Nada menos que 56 tarteras panzudas, colosales, con honores de barreño, había puestas a las doce del día en uno de los hornos de una panadería [...]. Se hallaban además puestas al fuego 14 empanadas». Eran los preparativos para el San Juan de 1905 en un barrio coruñés. «Por lo que se ve, se trincó de duro y con resolución verdaderamente heroica. Dios sabe los excesos a que habrá dado lugar esta deglución digna de las bodas de Camacho», apostillaba la noticia.

Tres cuartos de lo mismo organizaban los compostelanos en el barrio de Vista Alegre, donde durante tres días había «mucho regocijo, mucha algazara y derroche de carnes de carnero y cabra [...], el festín de los pobres, remojadas con vinos más o menos auténticos».

Un puñado de pinceladas similares ofrecen una imagen bastante nítida de lo que era la celebración hace poco más de un siglo. Había en las verbenas que se organizaban «profusión de farolillos, fuegos artificiales y globos», con el consecuente «bullicio, alborozo y jolgorio», además de «broncas, para que la animación alcanzase a las oficinas del Cuerpo de Seguridad», donde era habitual que pernoctasen «algunos sujetos en estado de uva».

Murgas y comparsas

«Como en el real de una feria, abundaban las blancas casetas de lona, engalanadas con flámulas y banderolas, expendiéndose allí toda clase de licores». «Al son de los pianos de manubrio y de las murgas bailaban en animados grupos el acompasado e íntimo chotis o la cadenciosa habanera». La fiesta se hacía notar en todas las calles de los pueblos, animadas de madrugada «por comparsas de jóvenes alegres».

El amanecer solía llegar profuso de «curdas de todos los calibres, y otras yerbas... de San Juan, porque se supone». Los ferrolanos tenían por «costumbre inveterada» acercarse al soto de Filgueira, «muy frecuentado durante toda la mañana, principalmente por el elemento juvenil, que, esclavo de la tradición», acudía al lugar «a tomar la leche, según ellos, pero a almidonarse por dentro, si hemos de aceptar la opinión de los químicos».

Borracheras «fulminantes»

A veces era fácil resumir el parte de incidencias: «Los casos de borracheras, más o menos fulminantes, fueron numerosísimos». Otras, resultaba más complicado, como en 1910 en Culleredo, donde «se desarrolló una sangrienta reyerta [...]. Terminadas las hogueras [...], empezaron a disparar tiros de revólver, acompañándolos con aturuxos y gritos amenazadores [...]. Inmediatamente de esto se dividieron en dos bandos, y, en franca pelea, se acometieron unos a otros, armados de palos, navajas y revólveres». «La costumbre de acabar la fiesta con fresas y cuchilladas es ya proverbial», decía el periódico en 1888 sobre la tendencia de los jóvenes herculinos a perderse por las afueras en busca de frutos silvestres...

Lumeiradas con acelerante

Casi todo ha cambiado en el San Juan, excepto las típicas hierbas y las lumeiradas, que no se hacían en las playas y que en ocasiones la autoridad prohibía. En A Coruña, en 1901, «en la plaza de Lugo se hizo una, formada por algunos maderos que fueron regados con petróleo. La tremenda llamarada atrajo hacia aquel punto a numerosas personas. Un municipal acudió también y ahuyentó a los mozos autores de la fogata, la cual tardó varias horas en apagarse».

Aunque también perviven otras tradiciones. «¡Buena noche de San Juan he pasado yo quemándome las cejas al calor de esta endemoniada lámpara de la Redacción! ¡Vaya por Dios! Otro año lo pasaré mejor. Y ahora voy a descansar, pensando en lo mucho y bueno que habrán gozado algunos [...], pues a la hora que escribo estas últimas palabras, el sol aparece por el horizonte», lamentaba en 1893 un periodista que firmaba J. P.