El Celta se queda sin fútbol, sin sangre y sin concentración

Lorena García Calvo
lorena garcía calvo VIGO / LA VOZ

GRADA DE RÍO

Lof

La derrota puso en evidencia a un equipo cargado de dudas

27 ene 2015 . Actualizado a las 03:05 h.

Getafe se ha convertido en un cementerio para el Celta. Cada vez que visita el Coliseum, todo se tuerce. Allí cavó su tumba Paco Herrera, y no resulta descabellado pensar que Eduardo Berizzo pueda seguir un camino similar. Y es que ayer la ausencia de fútbol, la falta de concentración, el desorden, la carencia de profundidad y un nivel de imprecisión más propio de pretemporada que de un equipo rodado, fue el menú que ofertó el Celta. En Getafe fue por momentos un querer y no poder y por momentos un dejarse ir a la espera de que alguien sacase un conejo de la chistera. Y así, difícilmente se ganan partidos.

El tiro en el pie de las marcas

El Celta se ha dejado la contundencia por el camino. Ayer la defensa hizo gala de desorden, de falta de concentración y falta de intensidad, sobre todo en el costado zurdo, que se entregaba una y otra vez con Sergi Gómez y Carles Planas como anfitriones para los atacantes del Getafe. La querencia de Berizzo por los marcajes al hombre fue el peor enemigo de sus jugadores, incapaces de guardar el orden y transmitir solvencia. Como muestra, los dos goles del Getafe.

Sin sala de máquinas

El centro del campo celeste vivió ayer a tres velocidades. Por una parte, las múltiples tareas de Radoja en defensa y su papel como sombra de Sammir hipotecaron su aportación a la hora de servir de apoyo para sacar el balón. Krohn-Dehli, que en los últimos partidos ha mostrado un notable bajón, jugó muy por debajo de su nivel, llegando tarde a las coberturas, mostrándose muy blando en las disputas y careciendo de su punto de genialidad y precisión para generar fútbol. El tercero en discordia, Augusto Fernández, estuvo enchufado y quemando kilómetros, pero sin ser capaz de renunciar a un barroquismo que resultaba excesivo en un centro del campo que no era capaz de jugar a la una y de generar fútbol. El Celta se quedó sin sala de máquinas, el equipo se partió y el Getafe, más allá del primer cuarto de hora, pudo campar a sus anchas.

 

Ni rastro de verticalidad

Las llegadas del Celta al área del Getafe fueron contadas y de poca calidad. El equipo careció de profundidad, de verticalidad y de ideas, enredándose en buscar el pase de seguridad en vez de hacer daño al equipo local. Nolito dejó destellos inconclusos y Orellana, al que se vio enchufado, no puso plasmar en balones peligrosos sus ganas de resucitar al equipo y Charles solo tuvo la jugada del gol. Siete disparos, de los que solo dos vieron portería, fue todo el bagaje ofensivo de un Celta que pecó de timorato y de ausencia de confianza.

¿Dónde está el alma?

El Celta se ha quedado sin alma. Los resultados se han encargado de destrozar la magia que irradiaba el equipo en el arranque de la temporada. Se ha quedado sin fútbol de toque, pero también sin intensidad. El Getafe se hizo con la mayoría de balones divididos ante un rival que da la sensación de que ha perdido la fe en sí mismo. El banquillo, como ya es habitual, prefirió sin embargo la vía conservadora y alargó en exceso el cambio de fichas. Cuando Berizzo quiso quemar las naves, a su manera, ya era demasiado tarde.