Ya no son solo una veintena. Ya no son solo jóvenes. Y ya no pueden parar de crecer. La democracia emanó ayer directamente del empedrado del Obradoiro que, salpicado de tiendas de campaña, acogió en su seno la democracia más directa, la asamblearia, y la más institucionalizada, la de la urna y la papeleta. Sin acritud. Sin conflicto.
Sentados sobre las losas centenarias de la plaza, los acampados de Compostela mantenían una reunión organizativa. El arco de edad abarcaba desde los 8 hasta los 84. Unos metros más allá, un goteo incesante de compostelanos decidían en San Xerome el próximo alcalde de la capital de Galicia. A la puerta, los turistas pedían una foto a los pies de la catedral. Los acordes improvisados de una guitarra funcionaban como banda sonora. Y en los fogones del restaurante Raxoi se doraba ya el arroz de una paella para 400 personas, de la que dieron buena cuenta a las 14 horas.
La atípica jornada electoral sirvió a los indignados para analizar lo obtenido hasta ahora y comenzar a decidir su futuro. La comunicación llegará más allá de las fronteras del Estado. Ya han pedido traductores. Continúan trabajando en propuestas legislativas. Y definitivamente se quedan. Ya organizan talleres para la próxima semana.