El galgo que huyó de la muerte

fernanda follana LUGO / LA VOZ

GALICIA

Mónica, una joven de Becerreá, adoptó a «Zoe» antes de ser sacrificado

20 nov 2011 . Actualizado a las 06:00 h.

«No buscaba un galgo, sino un perro que se adaptara a mi carácter y cada día que pasa estoy más contenta. Son animales perfectos para estar en casa, duermen entre 12 y 14 horas al día y quieren una vida relajada». A Mónica Terrado Lage, vecina de Becerreá (Lugo), la adopción de Zoe, una hembra de galgo, le ha supuesto una satisfacción añadida: «Aquella semana la iban a matar. Si tuviera sitio tendría 20 o 30», afirma.

Los más de 50.000 galgos abandonados por cazadores en España cada año viven una situación similar a la de un reo en el corredor de la muerte a la espera de un indulto in extremis. Mónica adoptó a Zoe por Internet en enero, mediante una perrera de Ferrol. El animal procedía de Olivenza (Badajoz), una perrera que genera controversia entre las protectoras de animales, entre otras cosas porque recoge perros abandonados por cazadores cuando ya no son útiles. «Los canes de Olivenza tienen diez días para que los reclame el dueño o encontrar un nuevo hogar. Pasado este plazo, son sacrificados», matiza Mónica.

Por si fuera poco, muchas veces los galgos encuentran una muerte cruel por la herencia de prácticas brutales. «Según alguna tradición, si el perro no ha hecho un buen trabajo en la caza es sometido a una muerte lenta y dolorosa, como el ahorcamiento de puntillas sobre las patas de atrás», dice Mónica, que añade que el envenenamiento del galgo o su muerte por inanición son también prácticas tradicionales, actualmente prohibidas. Ella, en cambio, saca diariamente a Zoe a pasear por un pequeño recinto verde de una calle de Becerreá. Desde los primeros días de otoño, el animal nunca sale a la calle sin su bufanda.

Velocistas natos

«Los galgos están adaptados a climas cálidos y tienen el cuello muy delicado, porque es largo y su fina piel se estira mucho. Si hace más frío tengo que ponerle también el abrigo», explica Mónica, quien destaca que aunque la esbeltez del animal haga pensar otra cosa «son tranquilos y no precisan mucha actividad». Se adaptan perfectamente a vivir en espacios pequeños. Como velocistas natos que son, con cinco minutos de carreras intensas colman sus necesidades de ejercicio. Eso sí en un espacio libre de obstáculos. «Tienden a focalizar la vista y no tienen buena visión periférica, por lo que si hay árboles pueden chocar contra ellos», apunta.

Perra y dueña se han adaptado a la convivencia. Mónica está feliz y Zoe ha moldeado sus largos ciclos de sueño al trabajo por turnos de su madre adoptiva. La joven anima a aquellos que busque nun animal de compañía a que valoren la adopción antes que la compra y mirando a Zoe concluye que no cree que haya cazado nunca: «Tiene un carácter demasiado bueno y es muy joven; en enero cumplirá dos años o dos y medio».