«As novas variantes liberáronnos do tráfico, pero tamén nos deixaron sen clientes»

Patricia Blanco
patricia blanco REDACCIÓN / LA VOZ

GALICIA

Negocios de Nadela, Abadín u Outes se resienten ante viales abiertos hace poco

29 ago 2011 . Actualizado a las 11:38 h.

Asumen que la mejora del nivel de tráfico es real, porque con las nuevas variantes construidas recientemente en Galicia, el elevado número de vehículos que antes circulaban por carreteras convencionales ahora lo hacen por vías más preparadas. Estos coches atravesaban pueblos cuyos negocios vivían casi expresamente de esos clientes de paso, núcleos que posiblemente a partir de ahora se vayan quedando sin la raíz de su actividad.

Dueños de bares y restaurantes, los principales establecimientos afectados, ya constatan que pocos usuarios eligen el itinerario anterior: prefieren llegar antes, más rápido, ahorrando tiempo. «As novas estradas liberáronnos do tráfico, pero tamén nos deixaron sen clientes», dicen en algunos casos. Pasó, ya hace años, en pueblos como Baralla, Becerreá o Doncos, cuando se construyó la A-6, pero ahora les toca a otros: enclaves como Nadela, Abadín u Outes, entre muchos.

«Do 100 %, ao 5 % de coches»

Nadela (Lugo) es un pueblo articulado linealmente en torno a la N-VI en el que a día de hoy se respira silencio. Los tres carriles de la vía se pueden atravesar a pie sin problema, de una acera a la otra, pese a no haber paso de peatones. No hace falta esperar mucho para que no vengan coches en los dos sentidos. Sencillamente, vienen pocos. Tan pocos que se escucha a la perfección el canto veraniego de los pájaros, los ladridos de los perros dentro de las eiras o el cacareo de las gallinas.

A pocos metros unos de otros, hay al menos cuatro restaurantes. A ellos se suma una farmacia: «Nosotros vivimos básicamente de esta zona, así que no nos afecta mucho», explican. También una peluquería y una panadería, la Luseiro, donde, pese a que el jefe no está ese día y por tanto no puede dar datos concretos, sí constatan que «agora a maioría dos coches van por fóra».

Ese «por fóra» se refiere a la nueva carretera que, desde hace cosa de un año, comunica la A-6 directamente con Lugo, sin pasar por este pueblo que antes sí tenían que cruzar todos al ir por la N-VI, «a carretera Madrid-A Coruña de toda a vida». «Ponlle que se antes pasaba o 100 % do tráfico, agora será un 5 %, e porque está a fábrica de Puleva aí abaixo, que se non, non pasaría ninguén», dice Manolo, del Mesón Mónica. Efectivamente, se ven pasar camiones rotulados con esa marca, vehículos de transporte y furgones. En cambio, en la Bodega de María, algo más abajo del mesón de Manolo, dicen que se sienten «máis a gusto, cómodos». Porque han pasado de una carretera «con 20.000 ou 22.000 coches diarios» a una tranquilidad que, en su caso, explican, llama a más personas y clientes.

Abadín y su nueva situación

Abadín, también en Lugo, es un enclave de paso que todavía conserva todo su esplendor. En este caso, se debe a que el cambio es muy reciente. En la jornada de la visita, huele a cocido bien hecho en torno a la una de la tarde (el reloj de la casa consistorial marcaba una hora menos). Aquí, los hosteleros consultados están todos de acuerdo. La cosa ha ido a menos desde que, a principios de abril, se abrieron al tráfico cinco kilómetros nuevos de la A-8 -la autovía que conecta Galicia con el norte peninsular-. Ese tramo permite ahora a unos 8.000 vehículos diarios bordear este núcleo de población y eximirse de las limitaciones de velocidad o de los semáforos que pueda haber en la N-634.

Pasar por este trecho que actualmente se evita implicaba hace unos meses un ir y venir de coches, «e agora xa ves que non é así», dicen. «Si que se reduciu a xente que pasa e que para aquí. Nótase bastante, tanto no bar coma na parrillada», explica Javier, parte del negocio familiar El Paso, al borde de la vía. El nombre del local habla claro. Llevan en Abadín varios años «e de momento imos tirando, polos clientes fixos do pobo».

Casi en frente de este, hay otro restaurante familiar, el Niza. Una de las trabajadoras barre los papeles del suelo. «Axiña se vai volver poñer igual. Bueno, a ver se se pon, porque con isto da autovía...», adelanta. Llama a la jefa. «Os que se manteñen son os clientes de antes. Os que faltan son os novos, os que paraban de paso», apunta Sonia Vidal. Y eso que el punto fuerte es el verano, «cando todos os que ían cara Mondoñedo, a costa de Asturias e todo por aí, tiñan que pasar necesariamente por aquí. Agora non», apunta. Efectivamente, en esta época lo notan más, «e sobre todo os domingos: antes non se podía cruzar a carretera dos coches que pasaban, agora nada», confirmaban ayer por teléfono. «Temor sempre hai, claro», admite Sonia. Y eso que llevan 40 años en Abadín. Cuando más se nota es al caer la tarde, ya hacia la noche. «Hai unha tranquilidade no pobo que antes non había», resume. Prácticamente al lado está la Casa Goás. En este caso, el negocio incluye una pensión. Es la hora del pincho y hay gente, bastante, en torno a la barra. Desde dentro de ella, quien atiende asegura que «sí que se nota» el cambio.

Los múltiples parches de asfalto en la N-634 y las señales ennegrecidas por el humo hablan de muchos años soportando miles de ruedas. Testigo del cambio, palpable, son las gasolineras. En la estación de servicio Martiñán, Carlos Cantiz afirma: «Os venres pola tarde e os domingos, ou os festivos, coma a Semana Santa, tiñamos que estar aquí dúas persoas e non dabamos feito. Agora un sobra». Se resiente la estación en sí y también la tienda. «Sobre todo nótase en canto a coches», apunta. Y él completa la frase: progreso para unos... «mal para os outros».

Los vehículos, de memoria

La variante de Outes, unos 4,7 kilómetros, ayuda desde el pasado mes de enero a descongestionar el tráfico en la comarca de Noia. Atrae todos los vehículos (unos 7.500 diarios, según la Xunta, aunque más en verano) que hasta entonces tenían que tomar la AC-550, atravesando el núcleo de Outes para ir de Noia a Muros. Justo en ese pueblo tienen Leonor y su familia el Mesón O Candil. «Antes non dabas contado os coches que pasaban, e agora case que os contas de memoria. Claro que nos afectou. A crise, o non poder fumar dentro, a nova carretera... unha cousa foise arrimando á outra. Aquí facía falta a variante, pero só no mes de agosto, non é coma en Noia. Traballabamos moito con obreiros, que se moven para un lado, para o outro... Nótase moito nos cafés da mañá, era unha costume moi habitual. Pero agora, se non pasan, é difícil».

Entiende que la nueva vía «unha vez aberta, non se vai pechar», pero también mira hacia el futuro pensando que «os que estamos a isto, estamos a isto, e é o noso pan de comer». Le preocupa. En Outes llevan 15 años, pero tienen 28 de experiencia en la hostelería: han pasado por Madrid y Noia. Tanto a ella como a su marido aún les faltan años para la jubilación: «A ver se damos aguantado, porque este é o noso medio de vida, non temos outro», concluye.

«Ponlle que se antes pasaba o 100 % do tráfico, agora pasa o 5 %, como moito»

«A ver se damos aguantado, porque este é o noso medio de vida, non temos outro»