Un conflicto por 4 horas de clase

Jorge Casanova
JORGE CASANOVA SANTIAGO / LA VOZ

GALICIA

Los maestros reivindican su labor y acusan a la Xunta de minar aún más su prestigio. La Administración afirma que el sistema mejorará

26 jun 2011 . Actualizado a las 06:00 h.

«Lo peor es que llevábamos mucho tiempo luchando por estas condiciones laborales y se ha dilapidado todo en medio año». La queja la emite Antonio Fernández, director del colegio compostelano Pio XII. Es una reflexión común entre todo el gremio de maestros, alterado por el anuncio de la Xunta de que el próximo curso tendrán cuatro horas semanales lectivas más. La Administración aduce que el sistema mejorará con más horas en el aula, pero la medida ha puesto en pie de guerra a los maestros, que están encontrando poca solidaridad en las calles. Existe una sensación general de que, con la que está cayendo, no tienen motivo de queja.

Para acercarnos a su vida, pasamos una jornada en el colegio de Antonio Fernández, al que todos allí llaman Tonecho: «Pero ha escogido muy mal día para venir», advierte. Un día particular, el penúltimo del curso. No hay clases. Solo una actividad que implica a los 675 alumnos y 48 profesores del centro: un lipdub, una especie de coreografía gigantesca al ritmo de una canción donde una cámara graba sin interrupción recorriendo todo el centro. Hay tanto lío que no se ha pensado en el paro de media hora convocado por los sindicatos. «No sé si lo haremos», dice el director.

Tonecho se jubila este curso, con el cien por cien. Es el último en el que el Gobierno permite hacerlo de forma anticipada. Así que del colegio se van unos cuantos. Junto con Xosé Manuel Cabaleiro, que será director el curso próximo, me explican, no sin dificultad, cuál es su horario y cómo cambiará el próximo curso con las famosas cuatro horas. «A nadie le gusta perder nada», dicen. Pero la verdad es que no parece un cambio muy sufrido. Y, al fin y al cabo, el colectivo inicia en breve un período de dos meses de vacaciones.

Trabajo oculto

«Yo entiendo que es difícil de comprender a veces por parte de un padre. Pero hay mucho, muchísimo trabajo que se hace y que apenas se tiene en cuenta», dice Tonecho. Corregir libretas y exámenes, preparar y efectuar salidas, preparar las clases... Se desgrana un largo relatorio de actividad para gestionar en casa o en las horas que no son de aula. Un trabajo que, dicen, no se tiene en cuenta. Y así debe ser, porque lo cierto es que están a los pies de los caballos. Lo saben. Van a la frutería y oyen conversaciones en la que ellos son los villanos. Tonecho lo cuenta:

-¿En serio, lo escucha con frecuencia?

-Todos los días. Incluso algunos de mis propios familiares lo dicen.

En la sala de profesores, con la grabación del lipdub casi terminada, se palpa el mal rollo: «Ha sido indignante salir así, en primera página, con ese tono imperativo, como si no trabajáramos», dice una maestra veterana. En un momento, hay un grupo haciendo cola para exponer quejas al periodista, poner en valor el trabajo del maestro, reivindicar el respeto perdido... pero el timbre, inexorable, vacía la sala. Alguna me pide que la espere, que debe decirme algo. Solo se queda otra veterana. La artritis la ha castigado hasta dejarla con una minusvalía de más del 70?%. Pero protesta con energía. No quiere irse. El colegio es su vida y dice que no sabría qué hacer sin él.

La protesta

Al final sí hay protesta. En el patio de arriba se reúne todo el colegio para rodar las últimas tomas del lipdub y aprovechan para hacer un ratito de brazos cruzados. Luego, se reanudan las actividades: un partido entre profesores y alumnos en un pabellón abarrotado y con un griterío ensordecedor.

-¡Adiós Tonecho!

Es un chaval de cinco años que saluda al director mientras bajamos las escaleras. Tonecho sonríe: «Solo por esto, vale la pena».

Abajo, en la salida, los padres esperan a la chavalada. Fin de curso. Mañana las notas y hasta septiembre. Espero por las maestras que querían quejarse más. Pero ya se han ido.