«Si estoy borracha, lo vivo más»

Jorge Casanova
JORGE CASANOVA REDACCIÓN / LA VOZ

GALICIA

Charla tóxica de madrugada en un parque infantil de Carral con cuatro adolescentes en un botellón de cumpleaños. Ninguna ve el futuro

15 may 2011 . Actualizado a las 10:51 h.

En el descansillo de una de esas complejas estructuras de toboganes y pasarelas de los parques infantiles, nos apelotonamos seis personas: cuatro jovencitas de 16, 17 y 18 años, la fotógrafa y este periodista. Es casi la una de la madrugada y estamos frente a la casa consistorial de Carral. El poco espacio que queda libre en nuestro excéntrico refugio lo ocupan vasos de plástico vacíos y llenos, cubatas sin hielo de limón y vodka barato que mana de las cinco botellas que las rapazas exhiben con orgullo: «Estamos celebrando un cumpleaños».

Obviamente, la fiesta no es allí. O tal vez sí. Las chicas se preparan para entrar en una discoteca cercana que toda la chavalada de la comarca conoce y donde hay dos por uno hasta las cuatro de la mañana: cinco euros, dos copazos. A los menores les está prohibido, claro, pero las chicas del cumpleaños, dos de ellas menores y las otras dos con la mayoría recién estrenada, no han tenido nunca problemas para que les sirvieran. Y hace ya mucho tiempo que van por allí. De momento se están preparando y celebran con alegría un poco tóxica estar siendo entrevistadas.

S., la más joven, se acuerda de su primera borrachera hace un año: «A mí no me gustaba que ellas bebieran. Yo era la sana. Pero aquel día... Uf. Iba muy mal». Era su cumpleaños, abrió la puerta y ahora ha cambiado de opinión: «Por una vez que sales, yo creo que puedes tener esa sensación. Tengo 16 años y mucha vida por delante. Cuando tenga que trabajar, ya no podré pegarme estas fiestas, así que tengo que aprovechar». C., a su lado, 17 años, completa la argumentación: «Te cunde. Pasan cosas graciosas, te diviertes... Si estoy borracha, lo vivo más».

-Y ahora, ¿cómo te sientes?

-Demasiado tontita... pero me estoy divirtiendo.

Las rapazas tienen la educación de preguntarme si me importa que se hagan un porro. Faltaría más. No hay que ser muy listo para adivinar una trayectoria académica sin brillo. S., con un curso de retraso, pelea por acabar la ESO. C. y B. están en itinerarios alternativos, y M., que insiste en que ponga su nombre completo, aunque tal vez ahora agradezca la inicial, es la única que trabaja. En una peluquería. Vamos camino de las dos y nos cuenta que mañana se levantará a las siete para poder incorporarse a las nueve: «Si hiciera un itinerario de peluquería, podría cobrar más. Pero tendría que haber acabado la ESO». No es que se lamente, es solo lo que hay.

«Mejor estar de risas»

El resto saca el dinero de casa. Sus padres les dan, aunque, como dice C, «no es nada fácil». El grupo entero se ha desplazado desde Culleredo («Somos la caña de O Burgo, pon eso»). Todo chicas. Volverán en el Noitebús. En el de las seis. Algunas en el de las siete. En sus casas lo saben. Rulan el porro y los cubatas. Cada respuesta es una risa. Excepto cuando sale el tema de los consejos, las legislaciones antialcohol: «Son unos hipócritas. Al menos yo solo bebo cuando salgo de fiesta. Ellos beben un jueves por la tarde», argumenta S. Hay un coro de apoyo, historias de tíos babosos con traje y copa en mano que las quieren llevar al huerto, de profesores aburridos que explican cosas aburridas... «Prefiero estar de risas que rayarme la cabeza», cierra C., siempre a punto con una frase lapidaria.

A las dos empiezan a recoger. Solo quedan dos horas de dos por uno. Después de las cuatro ya no habrá pasta y empezará la caza del cubata huérfano. «Cerca del guardarropa siempre hay». Sin problema. El caso es seguir de fiesta. ¿Quién puede pensar en mañana?