La licitación del AVE tropezó con los técnicos de Hacienda

Pablo González
pablo gonzález REDACCIÓN / LA VOZ

GALICIA

Blanco y Salgado se reunieron para tratar de reconducir el proyecto evitando el alto coste financiero del plan privado

22 abr 2011 . Actualizado a las 06:00 h.

Ser ministro no lo es todo. A veces las intenciones políticas de quien ocupa el mejor despacho del ministerio se diluyen por los pasillos de los cargos intermedios, de los técnicos de la Administración. El ministro de Fomento, José Blanco, tenía en su mano un plácet genérico de Hacienda para el plan de colaboración público-privada. Pero cuando los números reales de la macrolicitación del AVE gallego llegaron a los despachos de los técnicos del departamento que dirige Elena Salgado se despertaron todo tipo de reservas. En especial, los técnicos concluyeron que era inasumible para el Estado afrontar el coste de más de 1.800 millones en gastos financieros, la mayoría en intereses por los préstamos de las entidades financieras a las empresas adjudicatarias. «La oposición era muy fuerte y la lideraban altos funcionarios que ya estaban en el ministerio con Solbes e incluso con el Gobierno de Aznar», aseguran fuentes conocedoras de la negociación.

Blanco se encontraba ante una paradoja: había diseñado el plan público-privado para dar cabida a todos los proyectos que Hacienda se negaba a tramitar por la vía presupuestaria habitual, como era el caso de los tramos pendientes del AVE gallego. Pero ahora Hacienda también le decía que no al vericueto legal que había encontrado para tratar de terminar el AVE a Galicia. El gran número de reuniones que se mantuvieron durante el mes de marzo y abril entre los cargos intermedios de ambos ministerios tenía que desembocar en una reunión al más alto nivel que sirviera para desbloquear el proyecto. El AVE se encontraba en vía muerta.

La reunión

El encuentro lo solicitó el propio ministro, aunque en distintas conversaciones previas con la Elena Salgado, con la que tiene una relación personal excelente al margen de la política, la sensación era que la ministra de origen gallego quería buscar una salida honrosa para su compañero de Gobierno y amigo. «Su papel fue fundamental para reconducir la oposición al proyecto en su propio ministerio. Y era consciente del empeño que Blanco había puesto en el proyecto», aseguran. Semanas antes, cuando en Fomento ya se conocían las pegas de los técnicos de Hacienda, el ministro puso su cargo sobre la mesa de negociación. Si esto no se hace, vino a decir, dejo el ministerio.

Blanco acudió el jueves día 24 a la calle Alcalá, donde se encuentra la sede principal del Ministerio de Economía y Hacienda. Allí se encontraría con la segunda paradoja: la misma persona que había cerrado la vía presupuestaria para estos proyectos aceptaba una opción mixta en la que la obra civil más importante -la plataforma de los tramos pendientes entre Lubián y Porto- correría a cargo del ADIF. El resto, la superestructura, se contrataría por el método público-privado.

De esta forma se evitaba el pago diferido de la mayor parte de la obra y, por tanto, tener que asumir los altos costes financieros. «También se pensó que trocear los tramos serviría para repartir mejor el contrato entre distintas empresas en una época de baja actividad. El problema del plan inicial es que iba a ser acaparado por las grandes constructoras», explican.

La negociación no terminó aquí. Las reuniones a dos bandas continuaron, esta vez con los ministros en un segundo plano. Pero el objetivo de Blanco era evitar los mismos problemas con Hacienda cada vez que tuviera que lograr el plácet para la licitación de un tramo. Su obsesión era colar en el Consejo de Ministros un anexo con un cronograma de licitaciones que contaran ya con el visto bueno genérico de Hacienda y que de alguna manera blindaran el proyecto de aquí al final de la legislatura. Pero no lo consiguió hasta la víspera del Consejo de Ministros del pasado día 8.

La obsesión de Blanco era lograr un plácet genérico para la sucesión de licitaciones