A solas con los libros del Gaiás

p. b. m. redacción / la voz

GALICIA

Una mañana sin lectores en la biblioteca de 26.000 metros cuadrados

13 feb 2011 . Actualizado a las 06:00 h.

Nueve y media de la mañana de un jueves. Pasada la rotonda del multiusos del Sar (salida 67 de la AP-9), un coche parece volver del Gaiás. Ninguno sube en esa dirección. En el aparcamiento de la Ciudad de la Cultura, ese complejo que ha costado ya algo más de 253 millones de euros y que podría, si se completa, alcanzar los 475, hay algunos vehículos más: unos diez. Hace una hora y media que el recinto permanece abierto. Lo estará hasta las ocho de la tarde.

Desde su inauguración parcial el 11 de enero del 2011, el Gaiás ofrece dos edificios que visitar: el Arquivo de Galicia, de 9.600 metros cuadrados repartidos en tres niveles, y la Biblioteca, de 26.000, divididos en seis. No hay problema para entrar. En el exterior, además de los obreros y el personal, no se percibe movimiento. Desde el 12 de enero, la visita a ambos espacios es totalmente libre para el particular y la atención al público, de 08.30 a 14.30. A menos que se opte por una visita guiada (a las doce y a las seis de la tarde), no se pasa, aparentemente, por registro numérico de ningún tipo.

Diez personas trabajan en el interior de ese lugar que alberga a día de hoy unos 250.000 libros, apenas una cuarta parte del millón que podría cobijar. Dos profesionales en la entrada, dos técnicos al fondo, tres ordenando volúmenes en el interior de las vidrieras y otros tres operarios en la planta inferior, ultimando detalles del recinto. La mayor parte de los volúmenes literarios se consideran de acceso restringido. Unos 20.000, aproximadamente, están a disposición del usuario. Uno mismo, si encuentra la obra que busca, puede tomarla y sentarse a leer. Si no la encuentra, pregunta. Pero, a esas horas, nadie lee. Habrá que esperar hasta las diez y media de la mañana (cuando, fuera, una persona observa de lejos las obras) para que entren tres visitantes a la biblioteca. Comentan las magnas columnas blancas, las estanterías, hacen fotos, observan las imágenes de Espazos libres. Pero no leen ni buscan libros. El panorama era similar dos jornadas antes, el martes: a eso de la una de la tarde, tres personas en la biblioteca de los 250.000 ejemplares. Lo mismo: observan, hablan de la estructura, las mesas, pero no acaban de reparar en los libros. Paralelamente, en el Arquivo, una excursión de jóvenes.

El criterio de ordenación, en apariencia, resulta un tanto arbitral: A illa do tesouro, Robinson Crusoe, Alicia no país das marabillas (en gallego) y algunos similares, justo al lado de El resplandor, de Stephen King. El Gaiás parece dormido hasta el mediodía. Se acercan las doce cuando cuatro autobuses aparcan ante el complejo. Echadas las cuentas, unos 200 mayores, de excursión. La expectación es alta: se construye la Ciudad de la Cultura desde febrero del 2001. Por su cuenta, una persona merodea por las instalaciones. Poco después llegan otras dos. Algún turismo. A las doce y media, hay una treintena. A gotas.

Las visitas guiadas incluyen el paso por la Biblioteca, por el Archivo (donde atraviesan la exposición Exlibris Gallaeciae) y por la sala donde el propio Eisenman explica virtualmente su proyecto. Los más atentos observan las maquetas. Les hablan de la inspiración en la vieira y en la propia Compostela. De los edificios que se harán. Los oyentes admiran las dimensiones, aunque también opinan al irse: «É un tanto complicado facerse á idea», «hai moito espazo desocupado». Inspeccionan la cuarcita, tocan con el nudillo del dedo índice el material, para comprobar. La Ciudad despierta ese tipo de curiosidades; su Cultura, de momento y al menos en esta mañana, no tanto. Dentro, a mediodía, quedan los excursionistas de los buses y algunos más. Leyendo, nadie.