El capitán que huyó del «Prestige»

Pablo González
pablo gonzález REDACCIÓN / LA VOZ

GALICIA

El predecesor de Mangouras revela en una declaración que la armadora quería aprovechar el viaje al desguace para lucrarse con una última carga

28 ene 2011 . Actualizado a las 06:00 h.

Efstratios A. Kostazos, el capitán griego que precedió a Apostolos Mangouras al mando del Prestige, abandonó su cargo semanas antes de que la armadora decidiera cruzar medio mundo con un petrolero condenado que solo servía como gasolinera flotante. Ahora, en una declaración jurada presentada en el juzgado de Corcubión por la Abogacía del Estado, revela el estado lamentable en el que se encontraba el buque y los nefastos planes de los armadores, que pretendían aprovechar el viaje del buque con destino a un desguace asiático para ganar dinero con una última carga de fuel. «Escuché un rumor de que Universe Maritime [la armadora] estaba planeando enviar el buque con fines comerciales con una carga de hidrocarburos a algún lugar del Lejano Oriente, para acercar el buque a las grandes instalaciones de desguace de esa zona. Esto me alarmó profundamente, ya que sabía que el Prestige no podría realizar un viaje así y sobrevivir», asegura en la declaración que fue inicialmente presentada en los tribunales estadounidenses.

En agosto del 2002, por tanto, la armadora Universe Maritime ya se estaba planteando un viaje suicida que la tripulación y el propio capitán consideraba imposible. Y ello a pesar de que Kostazos les había alertado en varios faxes -algunos ya publicados por este periódico- del mal estado estructural y general en el que se encontraba el petrolero. Al no tener ningún efecto en los representantes de los propietarios, decidió informar directamente a la clasificadora ABS, la multinacional que dio el visto bueno técnico y que España ha demandado en Estados Unidos. En este fax, escrito a mano por el segundo maquinista y también publicado por La Voz, comentaba el mal aspecto que presentaba el tanque de lastre número 3 de estribor, donde finalmente se produciría la avería. En esta última inspección «descubrimos que la estructura y los motores del buque estaban en un estado de total decadencia (corrosión y deterioro) y que el motor principal apenas funcionaba».

En su declaración, lograda por los abogados estadounidenses que representan a España en el pleito de Estados Unidos, Kostazos llama la atención sobre el hecho de que en el punto número seis de la relación de defectos que enviaron a la sociedad de clasificación refería el daño en el tanque que se rompió el 13 de noviembre del 2002. «Todas las piezas estaba agrietadas y corroídas. Yo lo vi con mis propios ojos», asegura. Tras atestiguar todas estas deficiencias, el profesional griego natural de El Pireo declara: «Tenía la firme convicción de que el buque nunca más debería transportar grandes cantidades de hidrocarburos a ninguna parte».

Efstratios A. Kostazos da por hecho de que el fax enviado a la clasificadora, con copia a la armadora, llegó a su destino. «Yo pensaba que en un par de días recibiría respuesta de ABS y Universe Maritime. Lamentablemente, no recibí ninguna respuesta», concluye. El 28 de agosto del 2002 volvió a registrar en el cuaderno de navegación las deficiencias del petrolero. Fue lo último que hizo a bordo. El 13 de septiembre del 2002 renunció, dejó el buque en San Petersburgo -donde actuaba como gasolinera flotante- y regresó a Grecia. Días después llegaría Mangouras para hacerse cargo del puente de mando.

Desde entonces, Kostazos mantuvo un discreto silencio, roto tan solo por esta declaración jurada que accedió a relatar tras ser localizado en Corinto (Grecia). Pero estas revelaciones deberán ser refrendadas en la vista oral y la Abogacía del Estado espera traerlo a España para que declare en el juicio. Su testimonio también será de gran importancia en el pleito de Estados Unidos, pues sustenta una prueba de que ABS conocía el mal estado del buque antes de partir hacia Galicia.

El día que supo del accidente del Prestige por las noticias, Kostazos apenas se inmutó. «Cuando me enteré de que se había hundido no me sorprendí ni sentí curiosidad alguna, ya que sabía personalmente, por las inspecciones directas realizadas a bordo, que estaba condenado a sufrir un accidente catastrófico tarde o temprano».

De hecho, cuando se hizo cargo del petrolero en Kalamata (Grecia), el 4 de junio del 2002, para llevarlo a Rusia, el armador le había comentado que el buque «no iba a navegar por mar», por lo que se había despreocupado de la posibilidad de que transportara mercancías peligrosas. Pero el barco tampoco cumplía los requisitos mínimos para almacenar combustible y trasvasarlo a otros buques. «Encontré muchas zonas con grietas graves y corrosión que habían sido disimuladas con relleno y pintura», concluye.

«Cuando supe que el barco se había hundido no me sorprendí. Sabía que estaba condenado»

«Tenía la firme convicción de que el buque nunca más debería transportar hidrocarburos»

«En mis casi 40 años de experiencia nunca había visto un petrolero tan peligroso»