Un hito de la ingeniería en horas bajas

Xesús Fraga
Xesús Fraga REDACCIÓN/LA VOZ.

GALICIA

El puente salva una distancia de 520 metros y su construcción tuvo que afrontar retos como la cimentación en un terreno inestable
El puente salva una distancia de 520 metros y su construcción tuvo que afrontar retos como la cimentación en un terreno inestable FOTOS: CÉSAR QUIAN

La Xunta iniciará en breve una segunda inspección del puente del Pedrido, después de detectar daños que hacen necesaria una intervención de mayor envergadura

11 abr 2024 . Actualizado a las 18:32 h.

El puente del Pedrido es, a sus 67 años, un hito de la ingeniería civil: su arco central fue el tercero con mayor luz de los proyectados en su tiempo, perfeccionó las posibilidades constructivas del hormigón armado y exploró nuevas formas de cimentación con pilotajes. Pero el tiempo, a la vez que ha confirmado su condición pionera, también lo ha deteriorado materialmente. Hace quince años fue sometido a un proceso de mejora, pero en los últimos meses se produjeron más problemas, como desprendimientos, que propiciaron una inspección. Esta actuación detectó daños que han obligado a una inspección de mayor calado.

Desde su gestación, el proyecto del puente sufrió protestas, modificaciones e interrupciones que demoraron su conclusión varios años. El primer intento de salvar ambas márgenes sin tener que recurrir al pasaje en barca data de 1922 con el encargo del diseño de un puente al ingeniero Luciano Yordi. Las obras comenzaron en 1927, pero se vieron interrumpidas por un error en el cálculo de la altura de las mareas y las protestas, principalmente de Betanzos, inspiradas por el doble temor a que el atajo perjudicase la vida comercial de la ciudad y que la nueva infraestructura afectase a la navegabilidad de la ría, entonces frecuentada por los barcos que descargaban madera en el puerto betanceiro. Cuando César Villalba y Eduardo Torroja asumieron el proyecto tuvieron que introducir tantos cambios que prácticamente se convirtió en uno nuevo. El propio Villalba explicó en 1943 en la Revista de Obras Públicas cómo se desestimó la propuesta de un puente giratorio o levadizo por la excesiva longitud y el menguante tráfico fluvial de la ría, aunque sí elevaría el tablero 6 metros para permitir el paso de embarcaciones. Al final, el puente sumó 13 arcos de 32 metros de luz y uno central de 75 y 12,5 de flecha. El tablero tiene un ancho de 7,6 metros y la construcción salva una distancia de 520. El coste total fue de 3.742.398,22 pesetas, según recogen en un estudio publicado en el Anuario Brigantino los profesores Urbano Fra y Xosé Luís Mosquera.

Sobre arena y fango

La construcción del puente también tuvo que enfrentarse a problemas derivados de las condiciones físicas del entorno. Los diez arcos de la margen izquierda se asientan sobre una zona inestable de arena y fango, lo que hizo necesario sustentarlos mediante pilotaje. Para ello, se diseñaron in situ pilotes especiales, con forma de bulbo y paredes rugosas para mayor estabilidad; cada uno puede soportar un peso de 100 toneladas. Levantar el arco central fue todo un desafío. La armadura se dividió en tres partes y primero se colocaron los extremos; la central se botó en dos barcazas y se elevó mediante montantes, pero cayó a la ría desde una altura de 24 metros. Según Villalba, nadie resultó herido y la estructura apenas sufrió desperfectos, «excelente prueba de la bondad de los enlaces así realizados». Izada con éxito al segundo intento, se procedió a hormigonar.

El puente se inauguró el 15 de abril de 1943, con un acto multitudinario presidido por Franco. Betanzos, que inicialmente se había opuesto al proyecto, cerró el comercio y el Concello fletó barcas a motor para acudir a la cita, sumándose a «jerarquías y falanges y el vecindario de todos los pueblos de la comarca», según informó al día siguiente La Voz en su portada.