Cuatro ladrones disfrazados, uno de payaso, asaltaron el establecimiento en el 2010

Alberto Mahía A CORUÑA/LA VOZ.

GALICIA

18 may 2013 . Actualizado a las 19:35 h.

Iban para arrancar carcajadas, no relojes de 30.000 euros. Pero no hubo risas, sino llantos. Eran cuatro los ladrones que se presentaron en la joyería coruñesa como si salieran de trabajar en un circo. Uno vestido de payaso, otro de empleado de mantenimiento de autopista, un tercero iba hecho un dandi, y el último llevaba la cara cubierta con una máscara sanitaria. De esa guisa se presentaron a las diez de la mañana a las puertas de la joyería Calvo, en Rúa Nueva. Y sin abrir la boca, mostrando una pistola de juguete a los cuatro empleados que entonces había en el negocio, se llevaron en cuestión de segundos todos los relojes de la marca Cartier y de la exclusiva IWC. Ni siquiera preguntaron por el dinero que había en la caja. Y se fueron como llegaron. En silencio, perdiéndose su rastro por las callejuelas de la zona. ¿Una banda organizada? La policía está convencida de que sí. Primero, «por la rapidez, eficacia y hacerlo sin causar herida alguna». Y segundo, porque a pesar de lo grotesco que puede parecer dar un atraco disfrazado de payaso, «es la mejor manera de que no te reconozcan, pues los testigos siempre se van a quedar con el disfraz, no con el rostro».

Fue un buen golpe. Puede que de más de cien mil euros. Sabían a lo que iban porque no perdieron tiempo en buscar las joyas más caras o intentar que les abriesen la caja fuerte. Mientras uno de ellos -el más corpulento, vestido con un buzo y un chaleco reflectante- se quedó en la puerta desplegando una esterilla de playa para que desde el exterior no se viera lo que pasaba dentro, los otros entraban en la joyería. Uno apuntaba con la pistola de juguete. Solo con moverla, sin decir ni mu, los empleados entendieron que se tenían que echar al suelo y no gritar. Los otros dos se dividieron. Uno fue a la vitrina de Cartier y el otro a la de IWC. Una vez vacías, echaron a correr. Cada uno por un camino. Y fueron muchos los comerciantes de la zona los que los vieron. Como para no ver a unos individuos que parecían los Village People.

Por la calle de la Estrella desaparecieron tres. El del chaleco reflectante, el payaso y el dandi, al que un comerciante de la zona identificó como un «chulazo madrileño» por su sombrero de ala ancha, su contoneo y su traje «de lo más hortera». Luego se separaron en la calle Mantelería, donde echaron los disfraces y la pistola en un contenedor. Un cuarto cogió por Olmos. Y desde entonces, nada se sabe de ellos. Lo más lógico, según la policía, es que se juntaran en una zona alejada donde les esperaba un coche.

De poco parece que servirán las cámaras de seguridad, las de la joyería y las de los negocios próximos, pues en ningún momento descubrieron el rostro. Ni hablaron, por lo que pueden ser de Albacete o de Stalingrado.

A los cuatro empleados tardó en pasárseles el nerviosismo. «Uno de nosotros pudo apretar el botón de la alarma que conecta con la policía, pero fue muy rápido, aunque nos pareció eterno. Y jamás me quitaré el susto de encima», comentaba una trabajadora.