El Camino de los sentidos

GALICIA

Hacia Compostela se encaminan muchos peregrinos invidentes, compañeros de vivencias contadas a otros que no podrán oírlas

19 ago 2010 . Actualizado a las 03:40 h.

Hay peregrinos que recorren el Camino de Santiago de noche. Siempre. Por eso van guiados por quien los lleva, acompasando a esa única luz sus andares o la fuerza ejercida sobre los pedales. Fran Brox, de 48 años, pasó por O Cebreiro en tándem. Guiando la bicicleta iba su hija, de 18. La orientaba ella, porque sus ojos sí veían las flechas amarillas o las indicaciones que se le daban al grupo del que formaban parte. Él, en cambio, no. Pero sí percibía la hospitalidad de la gente y la fuerza del Camino de Santiago. «Esto será algo para contarle a mis nietos», constataba. La jacobea es una ruta para vivir con los sentidos: con los cinco, con los seis o con los que uno pueda, porque esos son externos y, lo que se siente, mucho o poco, es, muy al contrario, interior.

Brox, invidente, no constató con sus ojos por qué supuso tanto esfuerzo llegar aquí arriba. No vio las elevadas montañas de entrada en Galicia ni tampoco el verde de la primavera reseco ya por las calores del verano. Era un peregrino con «solo» cuatro sentidos, pero llegó adonde otros con los supuestos cinco no llegan y, por encima, lo calificó de «muy asequible».

La noche eterna de Galicia

Lo mismo le pasaba a José Luis A. Guevara. Entró en la iglesia de O Cebreiro para recoger su credencial de peregrino, aunque comenzaría el Camino algo más adelante, en Triacastela. «Nunca había visitado Galicia. Esa es una de las razones de mi Camino», explicaba. La recorrió en parte, a pie y en una noche eterna, pero salpicada por las explicaciones de luz de quien lo guiaba: el amigo Carlos. En coche de apoyo iban Lali, la madre, y Adela, otra amiga. Él no pudo ver el mar de niebla que ese día inundó a primera hora O Cebreiro, ni tampoco los vivos colores con los que se murió la última jornada antes de su partida. Pero sí pudo sentir la fuerza de la ruta, sin vista y, relativamente, sin oído. Gracias a la tecnología, a través de uno de ellos, le llegó el eco de la pregunta. «Ah, y también lo hago por lo de las indulgencias y por ser año santo».

Campanadas imperceptibles

Ellas le dan el sonido horario a O Cebreiro. Las campanas tañían mientras un grupo de cuatro amigos trataban de explicar por qué irían a pie hacia Compostela. Quien los escuchaba agudizaba el oído por la intensidad de las badaladas. Ellos no. A Juan Manuel López Rodríguez, a Cesáreo Millarengo Gil, a Iker Sertucha Lista y a Constantino García García no llegaban. «Somos sordos, pero no sordomudos», aclaraban con paciencia. Ante todo, las cosas claras. «Usamos una lengua de signos, un idioma diferente». Les faltaba el oído, pero escucharon igualmente la llamada del Camino de Santiago. Por espiritualidad, por pedir perdón y suerte o por una aventura.

El que lleva a Compostela es el Camino de los sentidos. De los peregrinos que perciben sin vista y de los que oyen sin oído. Es el Camino de los que sienten. Porque otros no saborean pese a tener gusto, ni huelen pese al olfato, ni acarician con su tacto.