Una argentina hace el Camino a base de abrazos

La Voz

GALICIA

Adriana Pardal reclama un achuchón todas las mañanas por medio de un cartel que cuelga en su litera de peregrina

25 may 2010 . Actualizado a las 02:00 h.

Se aproximó a la iglesia de Santa María do Cebreiro cuando ya se acercaba el mediodía. Llevaba una amplia sonrisa, una mochila a su espalda y el agradecimiento eterno en las manos. Exhibió su acento al pedir que se le sellase su credencial. Solo su macuto la diferenciaba un tanto, externa y aparentemente, de los demás peregrinos. Sobre él, una bandera azul y blanca con el nombre de Rosario inscrito. No era el suyo (Adriana Pardal), sino el de su ciudad natal, situada en la provincia de Santa Fe (Argentina).

Desde 1981 vive en Barcelona. Es dicharachera, muy cariñosa y tiene una voz envolvente, algo fantástico para el trabajo que desempeñó durante mucho tiempo: locutora de radio. Salió el 12 de mayo de León y le echó muchas ganas al Camino de Santiago. Admite que, para hacerlo, le han influido «todos los motivos juntos», algo así como «una experiencia espiritual, una prueba de fortaleza física, de convivencia y, sobre todo, un buceo en el interior de uno mismo».

Un cartel inquisidor

Las palabras van saliendo a trote con Adriana, hasta que ella dice: «Ay, mira, llevo un cartel». Lo extrae de su mochila, sin reprimir una sonrisa. El letrero, plastificado, reza: «Necesito un abrazo para poder seguir». No lo lleva así escondido (de ese modo no tendría sentido la cosa), sino que, «cada mañana, cuando nos levantamos y ya nos vamos a ir todos los peregrinos del albergue, lo cuelgo en mi litera». La petición es bien recibida y Pardal afirma, sin dudarlo, que es la peregrina que más abrazos internacionales ha recibido a lo largo del Camino de Santiago.

Obtiene el cariño de todo el mundo (desde Argentina se lo mandan virtualmente a través de su Facebook) y, aunque aparentemente marcha sola, no es exactamente así: «Es un decir, porque me acompañan la naturaleza, los propios peregrinos y, sobre todo, la fe». Adriana es un cajón de sorpresas: además de la bandera que marca su identidad, el botellín de agua que lleva colgado de su petate deja bien claras sus preferencias futbolísticas: «Soy del Barça y no solo eso, sino que Messi es también de mi misma ciudad, Rosario».

Operada de dos tumores

Ella hace del optimismo y del humor su filosofía de vida. Como apoyo lleva una fotografía de su hijo, (Zeus, 22 años), y «varias virgencitas». A sus 55 años ha sido operada ya de dos cánceres: uno de mama y otro linfático. «Afortunadamente, estoy bien, cargada de energía positiva». Recarga las pilas con la atención y la amabilidad de la gente que se va encontrando a medida que anda y con lo «inexplicable» del Camino. «Me he emocionado más de una vez», reconoce. Podría repetirlo y, de hecho, quiere completar la etapa Roncesvalles-León. Echa de menos los medios de comunicación, pero se congratula por tener muchas otras cosas. «Ahora estoy en paro, trabajo en lo que vaya saliendo, tengo un buen currículo, pero a mi edad es algo difícil». Sin embargo, se consuela, «la vida es un dar y tomar». Las circunstancias le han ido expropiando algunas cosas, pero el tiempo le ha ido proporcionando otras. «No hay título que valga, es el viajar lo que te abre la mente, son los mejores estudios que puedes tener».

Le hacen ilusión las pequeñas cosas y así lo manifiesta cuando, ya aseada y con litera en el albergue, exhibe su gran sonrisa ante la cámara. Apuesta por lo sencillo y, sobre todo, por dar las gracias por lo que uno tiene. Y más en el Camino. «Yo siempre digo que el peregrino no debe exigir nunca, sino agradecer». Solo tiene buenas palabras para el trato a lo largo de todos los kilómetros que han hecho sus pies. Se ha encontrado con gente de todos los países (es una de las características esenciales que todos los caminantes señalan) y esos múltiples achuchones internacionales le han permitido ir percibiendo una frase universal en todos los idiomas: «Da igual la lengua que hables, todo los peregrinos entienden una cosa: ''Buen camino''».

Pardal afirma que las cosas pasan por algo y que todo tiene su justificación. Con ella, la conversación termina, como no, con lo que viene pidiendo: «Y dame un abrazo, por favor».