El violador del chándal cuida del presunto asesino de Oleiros

GALICIA

El agresor sexual se encarga en la cárcel de Teixeiro de bañar y pasear al septuagenario oleirense que en junio mató y enterró a su esposa en un monte

18 dic 2007 . Actualizado a las 02:00 h.

Por cómo se comporta, por cómo se entrega a sus semejantes en prisión, nadie diría que Andrés Mayo Fernández es el supuesto autor de ocho agresiones sexuales en A Coruña -dos consumadas y seis en grado de tentativa-. Ni por asomo parece aquel peligroso joven que fue condenado a 106 años de prisión por cometer cuatro violaciones y siete intentos en León. Desde que ingresó en la cárcel de Teixeiro el pasado 11 de agosto se ganó con sus buenas acciones el título de preso de apoyo o de confianza en la enfermería del penal.

Para todos es el violador del chándal. Menos para José Aradas, el septuagenario oleirense que en junio mató y enterró a su esposa en un monte. Para él, es como un hijo. Andrés Mayo lo cuida, lo saca a pasear y hasta lo baña. «Lo hace con mimo», cuentan algunos de los funcionarios de la prisión. Su trabajo no es fácil. Aradas tiene una grave minusvalía física que lo mantiene postrado en una silla de ruedas. Andrés se ha convertido en sus manos, en sus pies y hasta en su portavoz. Para cualquier cosa que necesite el anciano, el violador hace las gestiones oportunas. El rango adquirido por este entre rejas «se lo ha ganado con creces, pues tiene un comportamiento ejemplar y siempre está dispuesto a ayudar sea a quien sea», cuentan desde la prisión.

No es habitual que un preso permanezca más de un mes en la enfermería si no padece dolencia alguna. Pero el caso de Andrés Mayo es distinto. Instituciones Penitenciarias reconoce que enviarlo a un módulo, por muy tranquilo que sea, sería como empujarlo a los leones. Todo el mundo en Teixeiro sabe quién es, sabe que fue condenado a 106 años de prisión. Fue entonces cuando se ganó el mote de violador del chándal, pues siempre atacaba a sus víctimas con esa prenda. Como es sabido, presos con esos antecedentes no son bien recibidos en la cárcel. De ahí que la enfermería se convirtiese en su celda y su coraza. Ahí no solo se encarga del cuidado y la atención a José Aradas. También está ojo avizor ante cualquier intento de suicidio por parte de algún recluso con tendencia a quitarse la vida.

Esa repercusión social que tuvo la detención del violador del chándal «no pasó desapercibida para otros presos de Teixeiro», por lo que su aislamiento «es necesario», aseguran desde la cárcel. También indican que finalmente tendrá que ser trasladado al módulo 12 de reincidentes, donde cuenta con una mayor vigilancia. Esa parte de la prisión acoge a reclusos de edad avanzada o maltratadores con buen comportamiento.

Un ser antisocial

Con tan solo 21 años se convirtió en la pesadilla de las mujeres leonesas. Las seguía sigilosamente y las arrastraba hasta un lugar oscuro donde les propinaba brutales palizas antes de violarlas. Quienes ahora tratan con él, lo ven como una persona dócil, correcta y encantadora. Pero detrás de esta máscara se escondía un ser antisocial, con graves desórdenes mentales y de personalidad. El único perfil psicológico que ha trascendido de Andrés Mayo lo dibuja como un hombre con «alta desviación psicopática que actúa de forma impulsiva en períodos cortos, con tendencia a conductas antisociales».

Tras salir de prisión en el 2002, en contra de la decisión del director de la cárcel y del subdirector médico, fue tratado hasta que en el 2004 encontró trabajo en una empresa de construcción de A Coruña y se instaló en el barrio de Nuevo Mesoiro junto a su esposa y sus dos hijos.

José Aradas también está a la espera de juicio. Lo acusan de dar muerte a su esposa con una maza de albañil y arrastrarla hasta un monte cercano, donde la enterró.