Medio millar de ovejas autóctonas y una población de liebres digna de un estudio científico

La Voz

GALICIA

25 nov 2007 . Actualizado a las 02:00 h.

Del asombroso agujero que ha dejado la explotación del lignito de Meirama ha salido mucho carbón, pero también una montaña de materiales inertes, desprovistos de materia orgánica y con presencia de metales pesados: la escombrera. En 1982, poco más de dos años después del inicio de la actividad de la mina, Fenosa inició los trabajos de restauración de todos esos materiales con la regeneración del terreno y las primeras siembras de hierba para la compactación del terreno.

Desde entonces hasta hoy, los trabajos han sido muchos, diversos y en algunos puntos con más éxito que en otros, pero, ciertamente, la escombrera de Meirama es un nuevo ejemplo de la capacidad de regeneración de una zona gravemente degradada. Uno de los aspectos más curiosos de ese proceso se produjo en los primeros años de trabajo. La aparición de un espacio amplio de praderías y pequeños arbustos, vigilado, no colonizado y exento de la presión cinegética, se convirtió en un pequeño edén para las liebres. En pocos años, la población que se asentó en la escombrera creció tanto que llamó la atención de la Universidade de Santiago. El catedrático José Manuel Rey Salgado, dirigió una investigación con un seguimiento monitorizado de un grupo de liebres que, cuatro años después demostró que el establecimiento de franjas de terreno con unas características similares a la de la escombrera, libres de la caza y sometidas solo a sus depredadores naturales, podrían restablecer la mermada población de esta especie en Galicia.

Más recursos

El estudio demostró también que las liebres macho de Meirama se asentaban en espacios territoriales más pequeños que sus congéneres de Andalucía o Castilla, es decir, en las mismas dimensiones convivían más machos gallegos que andaluces. ¿La razón?: los recursos eran más ricos en la escombrera y el individuo necesitaba menos terreno para conseguir lo que necesitaba.

En total, han sido restauradas unas 350 hectáreas, de las que casi trescientas corresponden a trabajos de reforestación. En todos estos años, no solo las liebres se han trasladado a este espacio sin presión humana. Otros pequeños mamíferos, anfibios y reptiles se han ido acomodando, en tanto que la población de aves ha crecido exponencialmente en los últimos años, sobre todo en las especies de paso, que han ido convirtiendo la escombrera y su entorno en escala para sus viajes.

El último experimento lo protagoniza un rebaño de quinientas ovejas autóctonas, al que le va bastante bien. Podrían ser la avanzadilla de una explotación mayor que le diera un sentido económico a una parte de la escombrera. De momento, la experiencia va mejor de lo esperado. Puede que en el futuro las ovejas reinen en Meirama.