Dos periodistas indomables

José Varela

FERROL

01 ago 2010 . Actualizado a las 02:00 h.

Siempre es posible hacer periodismo. A despecho de las circunstancias. Las reglas de juego pueden ser abusivas, el terreno cuesta arriba y el viento en contra, con un silbato del árbitro más dócil a la tribuna de presidencia que atento al reglamento, con derecho de admisión en el estadio o con entrada libre, en jornada lluviosa o soleada, con expulsiones injustas... No importa. Siempre habrá jugadores con decencia y coraje que saltarán al campo a pecho descubierto a intentar vencer al rival limpiamente, con sus mismas armas. Así guardo en mi memoria el recuerdo de dos colegas, Andrés París Rico y Eduardo Gómez Bellón, que popularizó el seudónimo Baltar, en alusión al topónimo de su patria más íntima. El primero nos dejó hace unos años, Baltar lo hizo esta misma semana. Hay expresiones que se dilapidan, que se ajan y marchitan, y que deberían ser lavadas y purificadas antes de atribuírselas a quienes verdaderamente las merecen: porque ambos eran periodistas de raza en su acepción más cabal. Temperamentales los dos, alentaban una tenacidad radical e inconmovible para contar lo que sucedía en Ferrolterra durante los años sesenta y setenta. Vocacionales hasta la médula, se entregaron al límite de la extenuación a su trabajo en unos tiempos en los que el periodismo barruntaba ya nuevos desafíos y exigencias. Al final, ninguno recibió de sus empresas el trato que merecía. Pero tengo la seguridad de que para ellos, en su noble y gallardo fuero interno, este comportamiento despreciable no mereció más que un elegante desdén. Generosos hasta el sacrificio, Baltar y París son para la intrahistoria del Ferrol que preludiaba la recuperación de la democracia dos figuras esenciales en la crónica de la profesión más bella del mundo. Los dos se fueron con discreción, su última lección de periodistas indomables. El mundo es hoy un poco mejor por el afán que en ello han empeñado personas de la calidad humana de Eduardo Bellón y Andrés París. Qué orgulloso me siento de su amistad.