Piscinas naturales en Meirás

Miguel Ángel Souto

FERROL

Entre las playas del Río y de los Botes o Mourella, tres calas casi vírgenes existen solo cuando quiere el mar

29 jul 2008 . Actualizado a las 02:00 h.

Reúnen los requisitos para salir en catálogos internacionales de playas paradisíacas: aguas salvajes, naturaleza virgen, arena fina y blanca, piscinas naturales, sin rastro apenas de huella humana y protegidas de los vientos del Atlántico. La diferencia es que casi nadie las conoce. Apenas los veraneantes y por supuesto los nativos. Son las tres calas o pequeñas playas de Meirás -O Rego, Os Cortellos y Cano Grande-, que se sitúan entre la bandera azul de la praia do Río y el arenal de Os Botes o Mourella, base de pescadores y percebeiros de la parroquia.

O Rego y Os Cortellos son un capricho de la naturaleza. Tienen forma de medias naranjas que se abren en la roca, como dos mordiscos colosales a la costa alta y escarpada, en las que el mar penetra a su voluntad. De esta manera, cuando la marea sube, apenas queda arena donde estar (especialmente en O Rego) y forma una perfecta piscina natural; mientras que con marea baja los niños disfrutan de un baño tranquilo y los mayores que lo deseen pueden atreverse con el mar abierto. Con la ventaja de que, al estar circundadas por la pared de roca, resultan ideales contra esa brisa marina a menudo más fuerte de lo que el bañista quisiera.

¿Su problema? Que carecen por completo de servicios y que su acceso es una odisea: unas toscas escaleras que invitan al resbalón o caminos de piedra en los que cada paso es un riesgo. Pero con cuidado y paciencia, el premio merece la pena. Tanto que esos llamados problemas muchos los consideran sus grandes ventajas.

Bastante más accesible resulta el Cano Grande, pegada ya a la praia dos Botes. Comparte aparcamiento con esta última, el camino no es una aventura y mantiene la belleza y la tranquilidad.

Para quien se anime a descubrir estas calas, la recomendación no se queda ahí, sino que invita al paseo por esta costa salvaje, con una discreta piscifactoría como única huella humana. Se pueden visitar las curiosas cuevas de la praia dos Botes y, sobre todo, caminando hacia el faro da Frouxeira unos minutos, la ermita del Porto, dedicada por los marineros a la Virgen del Carmen. Blanca y cerrada casi todo el año, solo se logra acceder a la península donde se levanta si el mar -dueño siempre de estos caminos- lo permite sin marea alta.

La ruta de Meirás se completa con su oferta hostelera, con los bares Os Castelos, el cámping Fontesín, Casa Suárez, A Madriña, Muramar, A Roda; y los restaurantes Regueiro, Os Percebes o Costa del Marisco. Son los anfitriones de un paraíso que todavía los turistas no han descubierto.