El «Príncipe de Asturias» recibió ya más de un millar de visitas en Ferrol

A. Vellón

FERROL CIUDAD

07 feb 2008 . Actualizado a las 02:00 h.

Renombre, historia, trascendencia para la Marina... Son muchos los factores que pueden llevar a considerar el portaaviones Príncipe de Asturias como un navío atractivo para las visitas de los civiles. Lo que es un hecho es que el buque insignia de la Armada se ha convertido en todo un reclamo turístico durante su estancia en Ferrol, cuyo objetivo militar es el adiestramiento de su dotación en seguridad interior en el CISI de la escuela Antonio de Escaño de Caranza. De hecho, fuentes oficiales del Príncipe de Asturias han señalado que en solo tres días, desde el lunes, ha recibido más de un millar de visitas mientras permanece atracado en el muelle Fernández Ladreda. La media es de 400 personas por jornada. Hoy todavía es posible subir a bordo, ya que no será hasta mañana cuando zarpe de nuevo rumbo a Rota.

Se cumple, de este modo, un doble objetivo. Por un lado, la necesaria preparación de la tripulación y, por el otro, acercar un emblema de la defensa nacional a la población como escaparate de lujo para, incluso, atraer a futuros militares.

La visita -el horario va de de 11.00 a 13.30 y de 16 a 17.30 horas- permite introducirse en las entrañas de un navío con capacidad para 830 militares y hasta 25 aeronaves, con un inmenso hangar de 2.400 metros cuadrados y todo tipo de equipamiento electrónico que va desde el imprescindible radar de control aéreo hasta alertas de misiles y designación de blancos. Hasta el momento el buque, que lleva el sello de fabricación de la antigua Bazán, es el mayor del que dispone la Armada española.

Los vericuetos

Muchas son las estancias en las que se reparte esta ciudad flotante. Y muchos los ejemplos de ello. Dispone de toda una serie de talleres para servicio del buque y de la aviación. Tiene suficiente acomodo y facilidades de recreo para los más de 800 hombres y mujeres que puede transportar -para estas últimas hay reservadas un total de 51 camas, según la Armada-. Los sollados para la marinería consisten en camarotes de seis literas como máximo, existiendo otros de cuatro y dos para suboficiales y oficiales. También dispone de seis salas, tres salones de reunión y comedores, dos autoservicios, dos cocinas, lavandería, panadería y pastelería, capilla con oficios religiosos regulares, peluquería, zapatero, sastre, gimnasio, tiendas... Las necesidades médicas se atienden en un hospital de trece camas, equipado con quirófano, facilidades de videoconferencia para operaciones a distancia, sala de rayos X, dentista, laboratorio químico y una pequeña farmacia.

Las grandes estrellas a ojos de los civiles, sin embargo, son el enorme hangar, sus dos ascensores para aeronaves y los casi 188 metros de longitud de cubierta de vuelo. Un lugar que, aunque hoy puede parecer tranquilo, suele convertirse en las misiones en un hervidero para controlar los despegues y aterrizajes de la Unidad Aérea Embarcada (Unaemb), que varía según la operación a ejecutar.

Por allí pasan aviones AV-8B Harrier II y Harrier Plus y helicópteros Sirkosy Sea King SH-3H, Sirkosy SH-3 AEW y Augusta AB212, como el que estos días sobrevuela la ciudad para colaborar con el Tercio Norte en el adiestramiento de sus infantes para operaciones topográficas y depuración de técnicas de descenso rápido para el abordaje e inspección de buques en alta mar. Un mundo flotante que, hasta mañana, está anclado al lado de casa.