Las tres resacas de las Pepas

FERROL

PAISANAJE | O |

19 mar 2005 . Actualizado a las 06:00 h.

CASO UNO: turista que cae en Ferrol por que su padre hizo la mili en la ciudad (entonces El Ferrol) y guarda algo de curiosidad de sus años chicos. Ante el festival musical, las riadas de gente por las calles, el gracejo con el que le atienden en los bares se va convencido de que la Ciudad de las Luces es realmente la ciudad de la ilusión, de la música, de unos tipos raros que no son militares, los únicos que, pensaba, vivían en esa ciudad. Y dan las tres, las cuatro... Y venga a cantar. Se levanta con dolor de cabeza y tarareando «despierta y si escuchas / el ¡ay! tierno y vago / que en febril suspiro / de un pecho brotó». Caso dos: turista conocedor de la ciudad, de sus bondades en las playas, de la tranquilidad que da estar en una esquina del mundo, perdido, de la amabilidad de sus gentes, de su carácter solitario. Lleva ya una semana en la urbe. Escucha el día 18, de refilón, un ruxe-ruxe de gentes y acude a Amboage. Sorprendido ante el tropel de gente se pregunta: «¿Y dónde estábais todos vosotros el resto de la semana, que a las once vaciáis las calles?». Caso tres: cultureta ya madurito, más de treinta, sienes que hacen amago de encanecer. Llega por Ferrol atraido por la Galicia de Almodóvar (véase Ortigueira en La mala educación ). Desconcertado al no hallar gaiteiros ni hórreos por el casco histórico de la ciudad, se va atraido hacia el sonido de un grupo de cuerda. Rondan a una Pepa en la calle Real. Él mira, blasfema algo sobre los tunos y hace un gesto despectivo, como quien se limpia la caspa del hombro. Sigue camino. Y mientras se aleja no logra quitarse de la cabeza el estribillo: «Eres tú la imagen / que en febril anhelo / forjaron los bardos / en su frenesí».