Donde Galicia se llama Bibei

Cristóbal Ramírez

OURENSE CIUDAD

Empinadas laderas, miles de vides trabajadas desafiando la vertical, un río de aguas rápidas y la huella romana configuran un territorio de difícil acceso y gran belleza

21 feb 2010 . Actualizado a las 13:15 h.

Algunos carteles piden una autovía (faltaría más en Galicia) y el ministro de Fomento acaba de prometerla en serio. Primera duda: ¿va a entrar en el país del Bibei? Porque aquí, apartado del mundanal ruido hasta el extremo de que hay que tener un gran amor a la tierra para vivir en esa parte del Ourense profundo, uno llega al convencimiento de que el paraíso existe en la tierra. Y además con buenos vinos con denominación de origen que cuesta -¡vaya si cuesta!- trabajar.

Resulta evidente que el puente romano del Bibei no hay ministro que lo toque. Pero las montañas, agrestes, son tan dignas de protección como las obras de las legiones. Así que, si se quiere tener alguna posibilidad de disputar la tarta turística mundial, algo habrá que conservar. Y el país del Bibei debe ser candidato, con o sin autovía, que ese es otro debate.

Por lo demás, la excursión no es arriesgada pero sí hay que estar dispuesto a moverse por lugares estrechos, solitarios, con grandes desniveles en muchos casos y echando pie a tierra. Las aldeas no llaman la atención y alguna es todo menos maravillosa, pero el paisaje es impresionante: miles y miles de carballos, montañas que obligan a reflexionar cómo se le ocurrió hace miles de años al ser humano asentarse por allí y, por si eso fuera poco, cómo se le ocurrió a la Iglesia católica levantar un estupendo templo -Santa María A Real- en medio de la nada. Galicia sorprende, abofé.