«Reformar el modelo inmobiliario exige una voluntad política fuerte, un pacto de Estado»

erik dobaño REDACCIÓN / LA VOZ

ECONOMÍA

Naredo cree que demoler edificios no saldría tan caro «como lo fue construir donde no se debía»

24 feb 2011 . Actualizado a las 06:00 h.

«No se planifica directamente el futuro de las ciudades para el bienestar de los ciudadanos, sino para la promoción de determinados eventos y megaproyectos que se presuponen fuente de bienestar y negocio», escribe José Manuel Naredo (1942) en El modelo inmobiliario español (Icaria), la última entrega del economista español más fecundo del último cuarto de siglo -ex jefe del Servicio de Análisis de la Coyuntura del INE, consultor de la OCDE, Premio Nacional de Economía en el 2000, entre sus méritos- y que publica en colaboración con Antonio Montiel.

-Describe un negocio, el de la promoción inmobiliaria, que domina el urbanismo y toda planificación, una herencia del franquismo que no cambió la transición ni las sucesivas burbujas. ¿Por qué esa resistencia?

-El modelo inmobiliario sigue tratando de sacar tajada añadiendo ceros al valor del suelo. La capacidad para recalificar o reclasificar sigue en manos de los ayuntamientos, ahora con un recubrimiento democrático... pero sufren una enorme presión. La legislación, cada vez más laxa, hizo que el agente urbanizador sustituyera al planeamiento. Y las infraestructuras se orientaron también a favorecer ese modelo de desarrollo.

-¿Se hubiera evitado la burbuja con leyes más severas?

-Al menos no hubiera durado tanto. Se hubiera acabado en el 2000. Pero primero se devoró el ahorro de los hogares y, durante los últimos cuatro años, se nutrió de la financiación exterior. Era una financiación barata y abundante. Hasta que se produjo el estrangulamiento financiero. Se sabía que el pinchazo iba a llegar, lo difícil era saber cuándo y qué lo precipitaría.

-¿Hubo ocasión para un rescate como el emprendido en otros sectores?

-Se ha dejado ir... las dimensiones del rescate lo impiden. Las grandes compañías dejan muy pequeño al Estado, y encima este adelgaza. Ha sido un suicidio consentido por los poderes públicos.

-Las entidades financieras están sufriendo también sus políticas inmobiliarias, pero no tanto los políticos que las definían.

-Las cajas han actuado como la mano financiera de ese neocaciquismo. ¿Los políticos? Bueno, actuaron de acuerdo a las leyes, que puede pensarse que están hechas para justificar la trampa.

-Usted planteó una reforma del modelo inmobiliario que se quedó en el cajón del Ministerio de Vivienda del Gobierno socialista.

-La reforma del modelo es perentoria. Mucho más que la de las pensiones o el mercado de trabajo. Era más urgente que todas las que se han emprendido. España no puede vivir colgada del ladrillo, hay que reorientar el modelo hacia patrones europeos. No se plantea ahora, pero habrá que hacerlo a medida que dure la crisis, porque se trata de un problema estructural de nuestra economía.

-¿Hacia dónde debe evolucionar el modelo?

-Lo primero que se necesita es un pacto de Estado, una voluntad política fuerte, porque estamos ante una cuestión compleja, con las competencias delegadas en las comunidades y habría que llamarlas a capítulo.

-Con rescate o sin el, ¿tendrá el Estado que pagar los platos rotos?

-No puede quedarse en eso. El plan de reconversión del sector tiene que servir para cubrir las necesidades. Con tanta vivienda vacía, todavía hay quien no puede acceder a ella. Eso habría que solucionarlo recuperando la vivienda social. Se están tomando medidas cortoplacistas para animar el mercado, como la de eliminar la desgravación por compra. Otras van por el buen camino, como promover la rehabilitación porque se ha destruido un enorme patrimonio.

-Asegura usted que en España hay menos viviendas anteriores a 1940 que en Alemania.

-Así es. Como si hubiéramos sufrido aquellos bombardeos. Se han tirado casas en los centros históricos para construir viviendas con más plantas, con más pisos... Y se sigue haciendo.

-¿Y qué va a pasar con los pisos que se levantaron en zonas en las que es imposible vender?

-Pues en algunos casos habría que demoler y reconvertir el suelo. Se ha quitado mucho suelo de usos agrarios, con las consecuencias que ello tiene, también para el paisaje.

-¿Saldrá muy caro?

-No tanto como lo fue construir donde no se debía. El Estado tendría que esperar a la inevitable devaluación y comprar a precios de saldo, no a los que se piden ahora. Tras la gran crisis del 29, Nueva York se dotó de mucho suelo para uso público, lo que hoy son parques, por ejemplo. Lo que quiero decir es que hay alternativa. El modelo inmobiliario español es un modelo sui géneris dentro del contexto europeo. Sigue vigente, porque se está retrasando el ajuste. En los precios, por ejemplo, no hay transparencia. Pero llegará. Si los hogares se han hipotecado una vez no se pueden hipotecar otra.

josé manuel naredo economista