Ventura no tiene miedo a volar. Ha pilotado ala deltas, ultraligeros y hasta algún helicóptero. Sin embargo, los vuelos acabinados no le convencen. «O voo acabinado non me gusta. Gústame o libre», explica. El estradense no teme subirse como pasajero a un avión comercial, aunque reconoce que al conocer ciertos detalles se le tiene más respeto. Nunca se ha planteado convertirse en piloto de una aerolínea comercial por el alto coste que supone esta formación, pero tampoco es eso lo que le emociona. «O que me gusta do ultralixeiro é sentir as térmicas na cara, as correntes ascendentes. Sénteste como un paxaro», asegura.
Para él, el vuelo en ultraligero es una forma de disfrutar, no un medio de transporte. «Un avión clásico pode aguantar unhas catro horas sin repostar e ir a 100 quilómetros por hora. Os de alto rendemento aguantan ata oito e superan os 200. Hai xente que os compra pensando neles para desplazamentos longos, pero ó final case ninguén o fai», explica. «Para iso hai que ter callos no cu. Hai que ser un experto, porque non hai quen che indique a meteoroloxía», indica.
Para Ventura, el ultraligero es una forma de evasión. «Cúrame o cerebro. Vou voar o sábado e paso o domingo contento, o luns vou alegre a traballar e xa empezo a pensar no sábado», confiesa.
Como en las fotografías aéreas del francés Jann Arthus-Bertrand, el estradense también ve la tierra desde el aire cada fin de semana. «O mundo vese doutra maneira», asegura.