Celta y Real pactan tablas en un triste reencuentro entre históricos

X.R. Castro

DEPORTES

A los donostiarras les faltó ambición y los vigueses no supieron gestionar el tanto de Lequi y rentabilizar sus ocasiones

13 abr 2008 . Actualizado a las 02:06 h.

Celta y Real Sociedad demostraron los motivos de su bajada a los infiernos. Desde luego que el de ayer en Balaídos no era un partido de Primera, sino de Segunda y no precisamente de los buenos. A los vigueses les puede la inercia negativa, mientras que los donostiarras hicieron muy poco para considerarse candidatos al regreso. El empate no consuela a nadie, pero quizás les lleva a coincidir un año más en el purgatorio.

Sin embargo, la Real salió más enchufada a la contienda. Presionando en campo contrario, controlando el balón y avisando con dos llegadas en los primeros minutos. El Celta salió tan frío como la tarde. Sobrecogido por la tromba que agua que saludó el partido. También un tanto descolocado con Jorge Larena en la banda derecha.

Una tarjeta a las primeras de cambio hizo Antonio López mudar de opinión, y el equipo agradeció los hasta cinco movimientos de peones que tuvo que hacer el cordobés para colocar al grancanario por dentro. Y por ahí llegó el peligro. Mediado el primer acto los celestes se hicieron con el balón y un robo de Jorge protagonizó la mejor jugada de la tarde en una combinación con Perera y Diego Costa que se fue a córner. El lance, con Jorge sirviendo el balón desde la esquina valió para abrir el partido con el tanto de Lequi.

El gol cambió los roles del partido. Al colectivo de Lillo le entraron dudas y el Celta soltó amarras. Pudo llegar el segundo tanto, pero el individualismo cegó de nuevo a Diego Costa en una jugada notoria. Llegó con todo a favor al área rival, pero se cegó en un enésimo recorte cuando Perera estaba preparado para romper su sequía de cinco semanas sin marcar.

Tras el indulto la Real se rearmó y al filo del descanso el fallo defensivo de cada jornada permitió a los donostiarras irse al vestuario con las tablas. Castillo sirvió el centro desde la izquierda y De Cerio, sin ninguno de los dos centrales incordiándole, se encargó de cabecear a la red.

Con el empate en la buchaca los guipuzcoanos asumieron el mando del partido y el Celta adoptó un papel conservador. Esperando atrás y con casi nada arriba a excepción de Perera y Diego Costa, que volvió a viajar al centro para jugar por detrás del capitán celeste. Los primeros cambios reafirmaron la tendencia. Contención en el Celta y riesgo en la Real.

Pero la ambición del conjunto vasco duró un suspiro. Poco a poco los de Lillo se vinieron abajo, se contagiaron del ritmo cansino al que el Celta se ve abocado en sus segundos tiempos y entró en una carrusel de imprecisiones en la entrega más propio de patio de colegio que de una cita entre dos históricos.

En este escenario el Celta se sintió más cómodo e incluso estuvo mucho más cerca del triunfo, en gran medida gracias a la entrada de Vitolo en el campo. Su oxígeno fue fundamental.

Como consecuencia, si en los primeros minutos del segundo acto tan solo Perera se dejó ver arriba, los vigueses tuvieron tres ocasiones meridianas a última hora para llevarse el partido. Las dos más claras con el intermitente Diego Costa como protagonista. Primero en un eslalon del brasileño y después en un balón rebotado tras el saque de una falta con la portería vacía. En vez de empujarle la red, el balón se coló entre sus piernas sin ningún opositor en medio metro a la redonda. Después fue Mario Suárez, colocado incomprensiblemente como media punta al suplir a Perera, quien pudo firmar el tanto del triunfo, pero su cabezazo franco fue demasiado inocente. Y en medio del desorden, también pudo ganar la timorata Real. Un cabezazo de Martí hizo volar a Esteban para cerrar las tablas, un justo castigo para el papel de ambos en esta Liga.

Por eso la afición -que solo ha visto ganar a su equipo una vez en el 2008- no pudo reprimirse cuando el árbitro pitó el final del partido. Si durante los 90 minutos se había mordido la lengua, a la conclusión no pudo reprimirse de una nueva pitada y un recado más al palco. Quizás sea la penitencia que quede de aquí al final de Liga. Eso y cinco puntos más para no meterse todavía en más problemas.