El escritor Francisco Ayala recibe un homenaje por su 103.º cumpleaños en la Biblioteca Nacional de Madrid

Ana Mendoza

CULTURA

17 mar 2009 . Actualizado a las 02:00 h.

«Toda mi vida me he limitado a cumplir con mi deber, y creo que lo he hecho más o menos decentemente», decía ayer emocionado Francisco Ayala al agradecer el homenaje que se le rindió en la Biblioteca Nacional el día en que el escritor granadino cumplía 103 años.

«Doy las gracias al mundo por haberme consentido seguir adelante y cumplir durante todos estos años lo que creía que era mi obligación de hombre y de ciudadano», afirmaba Ayala, tras haber escuchado diferentes intervenciones en las que se destacaron el «rotundo compromiso ético con el mundo y con su tiempo» que ha tenido el escritor, en cuya obra se halla «el secreto de su envidiable vitalidad».

La alusión al secreto de la vitalidad de Ayala la hacía el ministro de Cultura, César Antonio Molina, al presidir un homenaje en el que también intervinieron la directora de la Biblioteca Nacional, Milagros del Corral; la consejera de Cultura de la Junta de Andalucía, Rosa Torres, y la presidenta de la Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales, Soledad López.

La ocasión era especial, y Ayala estuvo acompañado por representantes del mundo de la cultura y amigos como el director de la Real Academia Española, Víctor García de la Concha; el cineasta José Luis Borau, las escritoras Almudena Grandes y Mercedes Monmany, los académicos Antonio Mingote y Francisco Rodríguez Adrados, y el gerente de la Fundación Francisco Ayala, Rafael Juárez, entre otros.

Flanqueado en todo momento por su esposa, la hispanista estadounidense Carolyn Richmond, Ayala se mostró tranquilo, con buen humor y con el semblante relajado durante el homenaje, y al final, con su modestia habitual, no sabía qué decir «en vista de tanta generosidad y cariño» hacia su persona.

«Doy las gracias inmensas con una absoluta entrega a la bondad de todos ustedes que, por encima de cualquier inconveniente, ven en mí algo digno de ser recordado en estos momentos», señalaba Ayala, que se sentía «un poco avergonzado» ante tanto elogio como le prodigaron.

Y es que, como dijo el ministro, «nadie tiene las claves de la vida, aunque posiblemente Ayala se haya acercado a ellas más que ninguno». Su vida «intensa y torrencial ha recorrido como en un vuelo» el siglo XX y parte del XXI, y su sabiduría «es patrimonio de unos pocos que, como dijo Séneca, saben comunicarla», añadió Molina.

Apasionado por el cine, los deportes, la política, el periodismo y «las revoluciones sociales y literarias», el autor de El jardín de las delicias ha sabido observar «con lucidez e inteligencia» cuanto le rodeaba, y eso le ha llevado a reflejar en su obra «una visión ambigua y poliédrica de la realidad», subrayó el ministro, quien, siempre que puede, pasa ratos con Ayala para entender «la razón del mundo».