Grandilocuente y sobreproducido

ÁNGEL VARELA

CULTURA

Una instrumentación excesiva y unos coros mesiánicos sepultan los momentos de inspiración del álbum

30 ene 2009 . Actualizado a las 13:15 h.

No sabemos si el culpable es el productor Brendan O?Brien o el propio Springsteen, pero su nuevo disco ha caído en todos los defectos de producción que uno esperaba que un tipo inteligente e inspirado como el Boss evitase.

El primer corte del cedé (Outlaw Pete) representa la quintaesencia de todos los males que en mayor o menor medida afectan al resto de las canciones. Cuando uno contempla el minutaje de ese tema en el reproductor ya se enciende la señal de alarma. Y es que si un tema de rock dura más de ocho minutos suelen existir dos posibilidades: o es una pequeña obra maestra o una canción excesivamente larga y, por lo tanto, aburrida. Aquí la ganadora es la segunda opción por abrumadora acumulación de instrumentos. O?Brien y Springsteen no se cortan e incluso suena una especie de campana dentro de una melodía en la que los violines, coros, guitarras e incluso armónica emparentan a Bruce con los momentos menos lúcidos (y mesiánicos) de Bono.

Tras este nefasto inicio, el resto del álbum solo puede mejorar y ahí Bruce parece librarse por momentos del yugo de O?Brien. En temas como What Love Can Do, Working On a Dream o el Bluesy Good Eye el Boss se despoja de unas cuantas mantas instrumentales y da un giro hacia la sencillez. Consigue así los mejores momentos del disco, que cuando el oyente se descuida cae de forma vertiginosa en los abismos de melodías sentimentaloides sin un fondo melódico de calidad como Queen Of the Supermarket.

En suma, un disco absolutamente menor dentro de la discografía de un genio.