Alcalá culmina su trilogía sobre la intrahistoria del exilio religioso

Juan Oliver

CULTURA

El escritor elige Bruselas para presentar la tercera parte de la novela en la que glosa la epopeya de los emigrantes evangélicos

28 nov 2007 . Actualizado a las 02:15 h.

Un escritor es un tipo que vive y que reinventa después sobre el papel la vida que imagina en los demás. Y aunque en su propia existencia hay mil caras distintas y en su alma cuelga la mochila de eterno viajero, Xavier Alcalá es sobre todo un escritor. Nunca deja de imaginar esas vidas, que jamás habrían sido dignas de glosa literaria si no hubieran pasado antes por el tamiz de su epopeya personal.

Xavier Alcalá escogió ayer Bruselas para presentar Unha falsa luz (Galaxia), la tercera parte de su tetralogía Evanxélica Memoria, un colosal proyecto narrativo que novela la intrahistoria del colectivo gallego de creyentes evangélicos, convertidos en emigrantes forzosos por una España nacionalcatólica que les negó el derecho a vivir su fe en paz, y que les obligó a dejarlo todo por ella.

Con Unha falsa luz, Alcalá recupera para siempre esas vidas, pero cierra también una etapa de la suya, que empezó hace ocho años cuando un grupo de aquellos ancianos olvidados, exiliados del franquismo por motivos religiosos, le pidieron que escuchase sus increíbles historias.

Quizá ya entonces eran personajes de novela, pero nadie hasta entonces les había reconocido como protagonistas de una épica batalla por la dignidad y la libertad, merecedora del más riguroso y exhaustivo proceso de documentación e investigación.

Creación

Después de las dos primeras entregas -Entre fronteiras y Nas catacumbas, también en Galaxia-, hubo quien osó poner en duda que ese meticuloso esfuerzo por comprender y describir la realidad fuera compatible con la creación literaria. Pero nada más errado si se quiere construir una novela que forzarse a segregar los hechos de los sentimientos.

Así lo defendió ayer el autor, Xavier Alcalá, bajo el auspicio de la Asociación Couto Mixto de Bruxelas, en la Librería Orfeu, el centro de la intelectualidad galaicoportuguesa en la capital belga.

Porque, tal y como argumentó, sin la obligación moral de atenerse a la verdad su obra no habría tenido sentido: «É certo que mentras escribía pensaba se non estaría plaxiando as vidas dos demais. Pero cando escoitas algo estás imaxinándoo, e iso pasa a ser parte de ti. Plaxiar, por tanto, é o que levo facendo toda a vida: escoitar, ler, ver, facer literatura».