El último cóctel del Bora-Bora

Javier Becerra
javier becerra A CORUÑA / LA VOZ

A BAÑA

El mítico local de Santa Cristina cierra hoy sus puertas tras 36 años

14 feb 2011 . Actualizado a las 12:58 h.

Jesús García y Ramón Tourís pondrán fin hoy a los 36 años de vida del Bora-Bora. Referencia de la hostelería de Santa Cristina, abrió sus puertas en 1975 y, desde entonces, sirvió cocolocos, bora-boras y testamentos a varias generaciones. Así llamaban a algunos de sus combinados, que dejaban boquiabierta a su clientela. «Llegaban a la mesa con humo o con bengalas y, claro, todos se sorprendían mucho», explica Jesús García.

Este hostelero natural de A Baña seguirá el lunes el camino que su socio emprendió hace dos años: el de la jubilación. Pero, hasta el último momento, seguirá preparando con esmero sus combinados. «Lo voy a echar muchísimo de menos, eso seguro. El lunes no tengo ni idea de lo que voy a hacer, creo que aún van a pasar varios días para que me lo crea», apunta.

Normal, son muchos años tras la barra. Exactamente los que van de ser una novedad a empezar a ser un recuerdo. Cuando empezaron, «en Santa Cristina casi no había ni edificios», rememora. «Nosotros anduvimos por ahí y vimos en Barcelona el concepto de la coctelería hawaiana. Inicialmente lo abrimos con empleados, sin estar nosotros en el negocio. Pero desde 1979 lo empezamos a llevar nosotros directamente».

La memoria viaja automáticamente a la Transición. Aires de libertad en forma de destape, liberalización del juego y partidos políticos, todo ello acompañado de un gran bullicio nocturno. «Eso vendría luego, ya con el local funcionando», puntualiza García, que recuerda que inauguraron el negocio en abril, meses antes de morir Franco. «Cuando nosotros abrimos tenía que venir el cura de la parroquia a bendecir el local y, por culpa de un cuadro de Gauguin que teníamos, casi tuvimos problemas». En el cuadro, salía un hombre semidesnudo. «Querían que lo tapásemos, pero al final cedieron y nos dejaron», comenta entre risas.

La época dorada

El Bora-Bora se asentó y, poco a poco, fue ampliando su clientela hasta convertirse, ya en los ochenta, en una parada imprescindible. Era la época dorada de Santa Cristina, cuando el puente de A Pasaxe se llenaba de coches con un objetivo: ir a los nuevos locales de la zona. «Se creó una especia de ruta con nosotros, el antiguo Goldenfish, El Pirata y el Morea. Éramos locales amigos y compartíamos clientela», señala.

De todos modos no hay en estas palabras sitio para la nostalgia. Aunque en los últimos años, la zona no viviera sus mejores días, el Bora-Bora seguía teniendo empuje: «Nuestra línea de trabajo siempre se mantuvo más o menos igual. Seguíamos teniendo mucha clientela».

Todo ello se vio favorecido con el repentino auge de la cultura del cóctel de un tiempo hacia esta parte. «Es algo que me alegra mucho que suceda -subraya-. El cóctel es un arte. No se toman tantos como copas, es una consumición para apreciar. Y si está bien hecho y bien servido, un gran placer».