El hombre que salvó a un niño de ser arrastrado por el mar en 2008 pide una indemnización al Ayuntamiento

Á. V. A CORUÑA/LA VOZ.

A CORUÑA CIUDAD

15 nov 2010 . Actualizado a las 12:33 h.

Rogelio Prieto es un habitual del paseo marítimo. Estar en forma y vigilar temas como el colesterol son algunas de las motivaciones que desde hace años lo empujan a patearse kilómetros de la costa coruñesa. Sin embargo, aquel 10 de marzo de 2008 se encontró cerrado el tramo que pasa al lado de las Esclavas. Había temporal y los servicios de seguridad habían precintado la zona. Decidió dar la vuelta, y esa casualidad posiblemente salvó la vida al niño Javier Adrián, que en aquel entonces tenía trece años. Cuando Rogelio pasaba de nuevo frente al monumento de las Catalinas escuchó unos dramáticos gritos: «¡Ayúdeme por favor!». Una ola gigantesca quería llevarse de tierra firme al menor que vociferaba. Rogelio no se lo pensó y unos segundos después estaba abrazado al niño mientras ambos eran volteados por el mar y recibían el impacto de los cascotes de la balaustrada que se estaba derrumbando. Tras pasar la gigantesca ola, Rogelio se levantó como pudo y, tras decirle al niño que se marchase a casa, se tumbó al lado de las Catalinas con el cuerpo lleno de moratones y la ausencia de tres dientes que el mar le arrancó de cuajo junto con las encías, y que posteriormente necesitaron de cirugía maxilofacial.

A sus 66 años, Rogelio recuerda hoy la experiencia como «un episodio bastante duro si lo analizas fríamente, sobre todo por lo que pudo acabar pasando». Además del eterno agradecimiento que le mostró la familia del pequeño, Rogelio recibió muestras de gratitud de empresas como la clínica dental Robur, que se ofreció a reponerle gratis los dientes perdidos. También relata que el alcalde de la ciudad lo llamó para felicitarle por su valerosa acción. Sin embargo, la opinión de Rogelio sobre el trato que le dispensó el Ayuntamiento pronto cambió. El héroe de Riazor se vio obligado a faltar al trabajo durante 322 días, y pidió una indemnización al Ayuntamiento que le ayudase a sobrellevar esta ausencia laboral, motivada por los diversos golpes y fracturas que sufrió en el accidentado suceso. Su petición ascendía a 16.000 euros, pero todavía se encuentra en trámites judiciales.

«Tras haber estado enviando durante un año informes médicos, finalmente puse una denuncia en el Juzgado número 3 de A Coruña. Hemos recurrido una sentencia, y ahora sigo metido en un proceso judicial que no sé cómo acabará», explica. Rogelio habla del caso del profesor Neira como ejemplo totalmente diferente en el tratamiento que las administraciones le dieron a una acción valerosa. «Le recibieron todas las autoridades e incluso le dieron un trabajo. Yo solo pido una indemnización», añade.