Los más dulces de Vilaboa

Fernando Molezún CULLEREDO/LA VOZ.

A CORUÑA

La experiencia de tres generaciones de reposteros confluye en la pastelería Doriel bajo el mando del maestro chocolatero Ariel

15 nov 2010 . Actualizado a las 12:27 h.

Cuenta Vilaboa con un tesoro. Una joyería en la que los diamantes se comen y el oro sabe a chocolate. Y es que la pastelería-bombonería Doriel trasciende a lo que habitualmente puede entenderse por una confitería. «Lo que aquí hacemos son joyas, pero al alcance del bolsillo. Y además te las puedes comer». Así define Ariel Mendizábal Rey la producción de su obrador. No en vano fue designado Maestro Chocolatero de España en el año 2005, con apenas 25 años, lo que le convierte en la máxima autoridad gallega en lo tocante a estos dulces placeres culinarios.

Y es que Ariel es la tercera generación de Mendizábal que se dedica al dulce. Su abuelo Ignacio Alejo fue el pionero, en Buenos Aires, y bajo su mando aprendió el oficio su padre, Ignacio Pedro. «La nuestra es la historia de tantos otros gallegos que tuvieron que irse a Argentina y que terminaron regresando», resume Ariel sobre las peripecias geográficas de su familia. Su madre, Juana, cruzó el Atlántico en 1961 para encontrarse allí con un pastelero descendiente de vascos, con el que termina regresando a España en 1990 y montando un obrador cuyo mando no tardó en pasar a su hijo: «Nunca hubo que insistirle, siempre le encantó, desde crío, andar ayudando por aquí. Yo le decía lo mismo que mi padre me decía a mí: estudia lo que quieras, pero aprende el oficio, que puede serte útil. Y pronto se le empezó a ver una ilusión fuera de lo normal», cuenta el padre de Ariel.

El joven artesano del dulce se curtió al lado de sus progenitores, aunque siguió formándose en Francia y Bélgica, «pero el pastel no lo hace la ciudad, sino la persona», advierte, y asegura que no hay día que no siga aprendiendo: «La clave es preguntarse siempre cómo puedes mejorar un bombón o lo que sea. Siempre me tomé esto como una carrera, como Medicina o Derecho. Al fin y al cabo, estudio la anatomía del pastel y le aplico las leyes correctas. Es que aunque esto tiene su punto emocional, no basta con eso. Puedes hacer algo con mucho amor y hacerlo rematadamente mal», cuenta entre risas.

Actualmente, el padre le ayuda en el obrador, la madre en la atención al público, su hermana Doris regenta la chocolatería Il Vía, también en Vilaboa, «como una extensión de la pastelería». E incluso la novia de Ariel, Delia, comienza a hacer sus pinitos con el dulce.

La primera tarta

Sobre todos los reconocimientos profesionales que atesora Ariel, que no son pocos, destaca uno que guarda encima del horno. Es un pequeño sobre con una nota en su interior en la que puede leerse: «Nunca olvidaré mi primera tarta». La historia la cuenta Ariel: «Vino una madre preocupada porque su hijo tenía cierta intolerancia alimentaria y no encontraba una pastelería donde le hiciesen una tarta para su cumpleaños. Así que me puse a trabajar en ello. ¡Su primera tarta!», recuerda Ariel emocionado. «Esto es lo que da sentido a todo el esfuerzo que hicieron mi abuelo y mi padre», concluye.