El bisabuelo de los coches gallegos tiene 107 años

Alfonso Andrade Lago
Alfonso Andrade REDACCIÓN/LA VOZ.

A CORUÑA

La familia Pazó rechazó ofertas millonarias por el vehículo, que todavía funciona

01 jun 2010 . Actualizado a las 02:02 h.

El bisabuelo de los coches gallegos es un Renault Type N que salió de la mítica fábrica de la Societé Renault Frères, en Billancourt, entre 1902 y 1903. Tiene dos cilindros, diez caballos y cuatro asientos, y lo trajo a Galicia una familia catalana de conserveros, los Curbera Fernández, que lo matriculó en 1903. Hoy mantiene aún su placa, con el número 2 de Pontevedra y es probablemente el coche más antiguo matriculado en Galicia.

Pero lo más sorprendente es que todavía funcione ahora que los automóviles duran poco más de una década. Tiene sus achaques, pero arranca sin demasiados estertores después de 107 años de vagar por las corredoiras gallegas. Eso sí, a la manivela hay que cogerle el punto porque a veces se pone perezosa y las cámaras de las ruedas ya no soportan más pinchazos, así que ha habido que inventar llantas macizas, de caucho como alternativa.

Tras su matriculación, lo adquiere el marqués de Elduayen y, en 1904, el Renault N es retratado en el balneario de Mondariz con un ilustre personaje en su interior, Emilia Pardo Bazán, según consta en el libro Gallegos al volante , de Gerardo González Martín. Pero el marqués, poco amante de la velocidad, ve peligrosos sus 50 por hora y se lo regala a su mecánico, José Pazó, cuyos 13 nietos son los actuales propietarios.

«Es posible que, más bien, se lo diese en pago por algún servicio... No lo sé», matiza Rafael Pazó Olmedo, que enciende de vez en cuando el vehículo para que siga en funcionamiento.

En los años veinte sufrió su primera gran avería, «cuando fue necesario remolcarlo desde Arcade con un carro de bueyes, que era la única grúa que existía entonces», bromea.

Su abuelo, José Pazó, perdió una mano en un accidente laboral, por lo que arrinconó el coche durante años. Fue su hijo Diego el que lo rescató del olvido en los sesenta. El Type N ya era una leyenda. «Mi padre ganaba todos los concursos de época a los que se presentaba. Iba vestido de gala, con una chistera, acompañado por mi madre, que llevaba una elegante pamela negra», recuerda Rafael.

Un museo podría ser el destino final del coche, por el que la familia Pazó ha rechazado suculentas ofertas. «Hubo una persona que lo quiso cambiar por el Mercedes más caro del mercado, pero no quisimos venderlo», se enorgullece.

«Ha resistido bien el paso del tiempo, incluso el muro que le cayó encima durante el Hortensia -ironiza-, y funcionan hasta los faroles de carburo [no se aprecian en la fotografía], que se encienden prendiendo la mecha».