Suele ocurrir que cuando se pasan de frenada en la promoción de un producto, surge el desencanto. Con Avatar se corría ese riesgo y algo hay, pero tampoco seamos crueles y reconozcamos que las casi tres horas servidas por Cameron en bandeja de plata, dan lo que se espera, un gran espectáculo en 3D, hasta el momento la mejor película proyectada en el sistema que revolucionará el consumo de imágenes a medio plazo. Eso fue lo que se nos vendió durante los últimos tres años y no tenía porque defraudar tratándose del autor de Terminator 1 y Terminator 2 , además de Abyss e incluso Titanic , filmes que marcaron pautas en la disciplina de los efectos digitales. Ni el propio autor aseguró que haría una obra maestra, pero juró y perjuró que nadie saldría decepcionado y así es. Otra cosa es que vista Avatar en imagen convencional no pase de una singular película fantástica sin elogios superlativos, pero notable por su trazo, su dirección artística y la indiscutible cualidad de Cameron para ofrecer acción narrada con ritmo trepidante.
?Busco coartada sencilla
Repárese en que hablamos de imágenes, que no de cine. En lo primero hay que sacarse el sombrero ante Avatar , pero en lo segundo hagamos simplemente un gesto con ese mismo sombrero porque hay escasez en el guión, analizado sin apasionamientos y sin el estúpido prejuicio de descalificarla con la simpleza de ser un made in Hollywood . Se excedió Cameron al asegurar que el espectador se encontraría con una trama inédita e insólita. Lo es en cuanto al planeta Pandora y su original diseño, sin duda, pero lo es mucho menos cuando entran en liza los personajes, y surge el inevitable (y eterno, es verdad) chico-conoce-chica. En el fondo se nota que buscaba solamente una coartada para demostrar que a partir de su película, la futura pantalla grande se nutrirá de imágenes 3D, ahora con personajes de carne y hueso, dando un salto cualitativo con respecto a la animación. Y lo que te rondará morena porque en marzo nos aguarda Tim Burton y su singular versión de Alicia en el país de las maravillas, también dispuesto a quitarnos el hipo con apoyo del 3D.
Entre abril y mayo del 2007 rodó con actores en Los Ángeles, México y Nueva Zelanda, para cubrir el 40% del metraje, dejando los casi dos años restantes el resto para una carísima postproducción digital usando tecnología innovadora, sobre todo la Reality Camara System, codiseñada por él mismo Cameron y consistente en dos cámaras de alta definición en un único cuerpo para captar imágenes de calidad óptima, claves para el futuro 3D.
Conviene anotar que el sector de la exhibición a nivel mundial esperaba al Avatar de Cameron para disponer de salas equipadas con los tres sistemas existentes, dos con gafas pasivas (Dolby3D y RealD) y uno de gafas activas (XpanD 3D). Hollywood se frota las manos porque el público regresa a las salas para participar de la fiesta y eso que la entrada lleva un suplemento de 3 euros, a todas luces excesivo y que puede acabar matando la gallina de los huevos de oro. Pónganse en la piel de una pareja con un hijo, echen cuentas (más párking, palomitas?) y les sale una salsa.
Con todo, Avatar se reafirma como la cita obligada para estas Navidades. Cameron, un señor muy listo que colocó a Titanic en la cima de las más vistas de todos los tiempos, se cuidó muy bien de no saturar la de sexo, violencia y consignas incorrectas para que nadie tuerza el morro y pasemos todos por caja. Hablamos de negocio, no se olvide.
«Avatar». EE.UU.. 2009. Director: James Cameron. Intérpretes: Sam Worthington, Sigourney Weaver, Zoe Saldana. Fantástico. 166 min.