Las empresas agrarias deben ser sostenibles

Luis García

CARBALLO

07 dic 2011 . Actualizado a las 06:00 h.

La afirmación de que Galicia es el país de los mil ríos y del millón de vacas puede parecer para el viajero inadvertido una metáfora de difícil ligazón con la realidad. Los ríos y los regatos los vemos por doquier, pero las vacas ¿dónde están? Sorprende que en una región que produce el 40% de la leche del Estado no veamos vacas en el paisaje, pero «haberlas hainas». La explicación de tal ausencia es que hemos derivado hacia un modelo de producción intensiva con el ganado estabulado permanentemente, pero esta opción no ha sido voluntad propia, sino que en la mayoría de los casos, era la única alternativa.

Habrá que explicar al viajero que el problema radica en la falta de base territorial de las explotaciones. Ha habido incremento de cabezas de ganado, pero no de hectáreas. Las leiras de las granjas que han abandonado la producción en las últimas décadas no han sido transferidas a las que han apostado por el futuro. Estas han incorporado más animales sumando dígitos a la carga ganadera (UGM/ha).

Esto puede ser un lastre para el futuro, pues si no hay tierra suficiente para producir alimentos se pierde la autonomía alimentaria y los costes de producción quedan sometidos a lo que determinen agentes exteriores, con frecuencia grupos de inversión, que dictan los precios de las materias primas de los piensos.

En los años 90, los planes de reforestación agraria (de interés para otras regiones españolas) han tenido en Galicia efectos perversos, han reducido aún más la superficie agraria útil de no pocas ganaderías. En ese período muchas granjas de leche han tenido un crecimiento exponencial en cuanto a animales y producción.

Entretanto, desde Europa aprietan por medio de reglamentos, directivas y recomendaciones que orientan hacia la desintensificación, estableciendo criterios como la condicionalidad para la percepción de las ayudas, la homologación de las granjas y la certificación de las producciones.

Las soluciones no son fáciles, pero hay que ponerse a ello. A la Administración le corresponde arbitrar medidas de protección del suelo agrario y de movilidad de tierras. Y a los empresarios agrarios tomar decisiones desde una perspectiva global de la empresa agraria. Para ello resulta ineludible formación y asesoramiento (¡ay la formación!), pues no es pequeña la importancia económica y ambiental de las explotaciones agrarias en el rural. Solo así la metáfora de Galicia como país de los mil ríos y del millón de vacas tendrá su reflejo en la realidad con granjas viables desde el punto de vista económico ambiental y social, las tres patas de la sostenibilidad.