Un breve idilio en la pesca de Muxía

Eduardo Eiroa Millares
Eduardo Eiroa CEE/LA VOZ.

CARBALLO

Durante la década de los años 70, la flota muxiana vivió una experiencia de cooperativismo única en el mar que acabó abruptamente a principios de los 80

09 ene 2011 . Actualizado a las 02:00 h.

Cuando uno escucha hablar de cooperativas piensa siempre en el sector textil, en la ganadería o en la agricultura. En todo menos en la pesca, ese sector con leyes propias y comportamientos más o menos individualistas. Tanto pescas, tanto vales. Y tanto ganas.

Pero hubo una excepción importante, y estudiada, en el sistema de trabajo en el mar. El antropólogo Antonio García Allut dedicó su tesis doctoral a analizar el fenómeno de A Compañía, en Muxía. A él se debe buena parte de la documentación de este reportaje.

A Compañía fue una experiencia que en Muxía recuerdan todavía con orgullo y admiración, una prueba, o casi, de socialismo utópico, una forma de trabajar que dejó claro que a veces las cosas pueden funcionar bien.

En esencia, se denomina así al sistema de distribución de los beneficios de la pesca de la veintena de embarcaciones que durante una década explotaron el caladero de O Cantil, situado entre 15 y 30 millas del puerto muxián. Toda la pesca se subastaba junta y los beneficios se repartían por igual manteniendo el porcentaje del 50% para los armadores y 50% para los marineros. El sistema llegó a tal punto, recuerda el ex patrón mayor de Muxía, Javier Sar, que se llegó a pagar igual a algún barco que no salía por avería.

Pero mejor empezar por el principio. A Compañía nació tras el descubrimiento de una auténtica mina de pescado, especialmente de merluza y besugo, pero también de otras especies. En los años sesenta, antes de la difusión de sondas y radares en la flota, se descubrió el caladero de O Cantil, una zona abrupta, rocosa, de grandes desniveles en medio del fondo marino. Es decir, una zona riquísima en fauna marina.

O Cantil

Aquel caladero, una franja de dos o tres millas de ancho por unas 14 de largo, se convirtió en fuente de riqueza. Era territorio virgen. Allí faenaban embarcaciones de A Guarda y de Fisterra, pero pronto los muxiáns pusieron sus ojos en él. La flota tuvo que adaptarse poco a poco para poder dejar la costa y adentrarse tanto mar adentro. Hasta entonces las embarcaciones no estaban preparadas. Finalmente llegaron y, desde la instalación de los radares en 1972, pudieron quedarse con seguridad.

O Cantil fue, durante años, el maná de Muxía. Hasta comienzos de los años ochenta cuenta García Allut, un solo barco no tenía problemas en descargar una tonelada de merluza diaria, y pone un ejemplo de lo que entonces representaba la flota local. En 1979, el 14,44% de toda la merluza descargada en Galicia procedía de Muxía. O Cantil era un tesoro. Pero cuando los tesoros no son secretos lo normal es que tengan muchos pretendientes. O Cantil los tuvo en un mar por entonces mucho menos regulado que ahora.

De entrada, los barcos de Muxía acabaron expulsando a otras aguas a los de Fisterra y A Guarda, haciendo propio el caladero. Después los piques se vivieron en casa. O Cantil se divide en cuatro zonas, Quiniela, Crimen, Patón das Navidades y Papeles. Unas mejores que otras. Quien quisiera hacerse con las más productiva solo podía hacerlo de un modo, llegando antes. Así que aquello era una carrera constante hasta que la cordura se impuso, algo poco habitual.

Al final, se decidió que los barcos se repartiesen las zonas de pesca al azar, sorteándolas el día antes en un bombo de juguete. A la vuelta, todo lo pescado se subastaba y los ingresos se repartían a partes iguales. «Foi unha época marabillosa, como Fuenteovejuna», recuerda Sar.

Pero tampoco fue fácil. Hubo una guerra soterrada de los palangreros muxiáns para expulsar a los barcos de Fisterra que usaban la volanta, también contra los bous franceses de gran tonelaje.

Como era de esperar, las cosas empezaron a abandonar el color rosa cuando el oro empezó a escasear en aquel Eldorado. Recuerda Allut que en 1968 un barco calaba 16 unidades de palangre, cifra que llegó a 45 en 1990 a medida que los recursos iban disminuyendo.

A Compañía nació en noviembre de 1973 y funcionó hasta el arranque de los 80. Se basaba en tres puntos. El reparto al azar de las zonas de pesca, que cada barco calara el mismo número aparejos y que se repartiera la ganancia tras la subasta.

O Cantil funcionó hasta los 80. Allut cuenta el declive en cifras. En 1984 la pesca desembarcada en Muxía ascendió a 647.809 kilos, cinco años después se quedó en 326.340 kilos, casi la mitad.

Los problemas ya habían empezado antes y se relacionaban con el reparto de los beneficios en un contexto de subida del precio de gasóleo. Algunas embarcaciones, más potentes, consumían más. Al principio, con la abundancia, no hubo problemas. Después sí. Algunos armadores intentaron hacer un nuevo reparto del gasto incluyendo en los comunes parte del precio del gasóleo. Hubo en Muxía un enfrentamiento salvaje -llegó a haber cuchilladas- entre armadores y marineros, a veces dentro de la misma familia.

Ahí se acabó, entre 1980 y 1981, A Compañía. Para entonces O Cantil había dejado de ser lo que era y aunque aun se pescaba mucho, ya no llegaban los barcos llenos de merluza y besugo, sino de otras especies menos lucrativas. Muchos barcos pusieron proa a A Coruña para establecer allí su base y pescar en un nuevo Eldorado, el caladero de Praia Nova. Algunos armadores siguieron faenando por el sistema de a compañía -repartiendo gastos y beneficios- pero cada vez menos.

Sar recuerda que fueron muy buenos tiempos, entonces en Muxía ir «á parte» significaba dar el 50% de la ganancia a los marineros, algo que ya no se hacía en otros lugares. «Un mariñeiro de Muxía podía gañar 300.000 pesetas nun mes cando un de Ribeira levaba 100.000 pesetas», recuerda. Aquello acabó y en Muxía quedan aun heridas abiertas por la larga huelga que se inició en 1980.