«Aprendín máis na casa familiar que logo nos estudos»

La Voz

SANTIAGO CIUDAD

Muchos de sus recuerdos están ligados a la Casa Lestón o al mar. Anhela que no se pierda el carácter «das vilas mariñeiras»

16 nov 2010 . Actualizado a las 02:00 h.

Cuando vuelve a su localidad se siente muy bien acogido, con los amigos de siempre, «como se non pasara o tempo». Y eso es bueno. Aunque hayan seguido caminos distintos, los compañeros se reúnen, mínimo, una vez al año «na casa Toñito ou na Casa Lestón». «É algo que nunca se perde en pobos como Sardiñeiro [al que regresa una o dos veces por mes]. O atractivo das nosas vilas mariñeiras é o seu carácter, oxalá se manteña esa identidade mariñeira e galega, oxalá se manteña ben toda a costa». Julio César Castro Marcote, actual director del parador Hostal dos Reis Católicos (Santiago de Compostela), nació el 1 de septiembre de 1967. Es fisterrán. Fisterrán de Sardiñeiro de Abaixo. Aunque, por casualidad, nació en Combarro (Pontevedra). «Pero foi ir nacer e volver para Sardiñeiro», matiza. El caso es que, por problemas de embarazo y dado que el hospital más próximo desde Sardiñeiro estaba a unas dos horas de camino, la madre de Julio César, prima del cura de Combarro, se alojó en la casa de este y dio a luz en un hospital pontevedrés.

Castro Marcote creció en el ambiente del restaurante Casa Lestón, fundado en 1917 por sus bisabuelos. Allí, hoy en día, es su hermano Alberto (la cuarta generación) el que, junto con los padres y la abuela, conducen el timón de ese gran buque gastronómico. «Aprendín máis na casa familiar que nos estudos», valora. Más o menos a partir de los 13 años, como a todos los hermanos [son cinco, de 45, 43, 41, 31 y 23 años], él ayudaba: «Algo de todo, pero máis ben servía».

El tiempo de escuela empezó en Fisterra. «Era o colexio do cura, así lle chamaban, alí traballaba miña tía Sofía». Después pasó a la de Sardiñero, un año, «onde estabamos todos xuntos, nunha unitaria, seriamos uns 40 ou 45, e había nenos entre 5 e 13 anos». Del de Fisterra recuerda cómo formaban las filas, izaban la bandera española y cantaban un himno, además de persignarse al entrar en clase. En el de Sardiñeiro estaba «don Andrés», un maestro «estricto». «Non sei se el acorda agora, pero lembro que meu pai me fixera unha escopeta de madeira e o primero día que a levei á escola rompiulla a un dos maiores no lombo. Daquela foi un desgusto tremendo». Manolo, Juan O Argentino, Fran, Sergio do Campo, Andrade o Senlle estaban y están entre los amigos. Todo la EGB la cursó en el Manuela Rial Mouzo de Cee y primero de BUP en el Agra de Raíces. Los inviernos, por tanto, no daban mucho de sí, pero los veranos eran otro cantar. Algo de pura libertad.

Se multiplicaba el turismo en Sardiñeiro. «Sobre todo xente do País Vasco, que segue vindo despois de 40 anos». «Pasabamos todo o día na praia». «A ti deixáronche os quinquilleiros nunha cesta», bromeaba la madre de Marcote con él. Con el bañador y poco más, cruzaba la carretera y se metía con los compañeros en el mar «ata que escoitábamos o noso nome para que fóramos comer». Competían para ver quién aguantaba más bajo el agua y, reconoce, también algunos llevaron golpes contra las rocas. «É incrible que non nos pasara nada». Ir a pescar en chalanas era habitual: «Cangrexos, camaróns, ourizos... cociamos todo na auga do mar». En el aserradero de su tío Juan creaban castillos de madera o cabañas y jugaban a los vaqueros e indios. Entre «Os do lujar, con j» y «os do Coto» había cierta rivalidad: dividían la playa, la limpiaban de jalipota , la juntaban a un lado de la playa y, una vez reunida, se la lanzaban. «Eramos xente moi sá». Con la adolescencia llegaron «outras aventuras»: las amorosas, con alguna turista; las trasnadas que se le hacían a los que llegaban de fuera «e non coñecían a nosa cultura»; el robarle fruta al cura («don José») o el irle tocar las campanas de noche. «Levantábase, pero nunca nos cachou». Claro que al día siguiente, cuando el sacerdote comía en Casa Lestón y preguntaba sobre el tema, había que idear bien las respuestas. «Supoño que agora xa saberá que eramos nós». «Tamén baixabamos os carros das vacas ata a praia ou subiamos os das chalanas para arriba».

Las fiestas patronales de San Juan Bautista pregonaban el verano. Las da Virxe do Carme eran muy esperadas. Marcote fue el primero de su pandilla en tener coche, préstamo del padre, para ir «de marcha» a Cee, Fisterra, Muxía o incluso Baio y A Ponte do Porto, según las modas. Regresaban tarde y sin pasar controles de tráfico. «Daquela non había».