«Es un lujo vivir de lo que me apasiona»

Manuel Rey
Manuel Rey CARBALLO/LA VOZ.

CARBALLO

La magia del montaje cinematográfico cazó muy pronto a Antonio Gómez-Pan, que con solo 24 años ha sido premiado en lugares como Los Ángeles y Salt Lake City

25 ago 2010 . Actualizado a las 02:00 h.

Niño semi «friki» encuentra un extraño amigo que lo rescata de su incomunicación con el resto de la basura de mundo en el que vive. Por fortuna no estamos hablando del joven de la foto, sino del argumento del corto que lo ha llevado a recibir varios premios por Europa y Estados Unidos. Antonio Gómez-Pan, hijo del prestigioso médico laxense, va camino de conseguir el mismo éxito profesional que su padre.

La trama del cortometraje es carne de cine independiente. Y cuando se trabaja con ilusión, motivación y talento, los reconocimientos no tardan en aparecer. Lo que comenzó con un simple trabajo de tercer curso en la Escuela Superior de Cine y Audiovisuales de Cataluña (ESCAC), donde estudian Antonio y sus compañeros, los llevó a Sundance, el festival más importante de cine alternativo, que se celebra en Utah (EE.UU). A pesar de que los montadores no suelen prodigarse mucho entre la farándula, Antonio tuvo la oportunidad de coincidir con importantes nombres de la gran pantalla como Adrien Brody o Philip Seymour-Hoffman.

Antes de este logro, en el que su proyecto fue uno de los cuarenta seleccionados entre los más de 6.000 cortos que competían, llegó su primer premio. Para el montador fue especialmente emotivo, ya que resuLtaron ganadores del festival Curtocircuito de Santiago. «Fue muy bonito conseguir mi primer éxito tan cerquita de casa. Además, el audiovisual gallego siempre ha sido de lo más destacado de España, por lo que estamos hablando de un certamen de mucho nivel». Gómez-Pan no descarta volver algún día a trabajar en su tierra de origen.

Mientras tanto, aún con el sabor del éxito presente, Antonio cumple durante estos días de su visita obligada a Laxe, a donde acude varias veces al año en busca, según él, «de un nivel de vida excelente. Aquí puedo desconectar de todo. Disfruto del surf, de la playa, del paisaje. Desde muy pequeño identifico Laxe con la libertad y la tranquilidad».

Y es que las diferencias con Madrid, la ciudad en la que ha vivido casi siempre, son abismales: «Cuando veníamos aquí de pequeños, mi hermano y yo nos íbamos de casa a las nueve de la mañana y no aparecíamos por allí hasta las once de la noche. Todas esas horas pasaban volando. La sensación de descubrir cada día una cosa nueva y hacer lo que nos apetecía fue muy importante para mí». Por supuesto, en Madrid no se podían permitir eso. «Es lo bueno que tiene un pueblo donde todos se conocen y se ayudan. Ese sentimiento de cordialidad, solidaridad y amistad que se pierde en cuanto hablamos de grandes ciudades».

Sin embargo, Antonio sabe que el mundillo del cine se mueve en las urbes, lejos del remanso de calma que es Laxe. En los últimos meses ha participado en diferentes proyectos para seguir evolucionando en su breve pero prometedora carrera: «He trabajado en algunos videoclips y me han llamado de la ESCAC para la película que ruedan todos los años con su productora. Ha sido una agradable sorpresa porque un profesor me recomendó para el puesto por delante de gente que ya ha terminado su formación, cuando yo aún tengo acabar los estudios en noviembre».

En su brazo derecho, escoltada por una corona de laurel que representa el triunfo, lleva tatuada la máscara tras la que se oculta el verdadero amigo invisible del protagonista del corto. No hay duda de que Antonio vive su profesión. Sus ojos brillan cada vez que habla de todo lo relacionado con el séptimo arte y el montaje. «Es un lujo trabajar en algo que te apasiona. Por ahora no puedo decir que vivo de esto, pero la posibilidad de dedicarme al montaje de forma profesional es ya un éxito». Tiene muy presentes algunas de máximas que lo guían en su cometido. Una de ellas (lo bueno es enemigo de lo excelente), representa a la perfección la labor del montador de cine: «Algunas veces es muy difícil escoger con qué tomas me quedo y cuáles elimino. Hay que competir con los egos del director, el productor, el actor...Debemos llegar a lo más cerca posible de la perfección».

Según las impresiones que recibieron en Sundance, no se debieron de quedar muy lejos: «Después de presentar el corto, un señor se acercó a nosotros y nos dio las gracias por haber conseguido que hubiese reído y llorado en apenas catorce minutos. El público americano es muy expresivo, vive el cine como si estuviese viendo su propia vida reflejada en la pantalla».