Demasiado pagano en una fiesta heavy con sabor a verbena

CARBALLO

Mägo de Oz llena la Xunqueira, pero no logra conectar con el gran público

16 ago 2009 . Actualizado a las 02:00 h.

El concierto de Mägo de Oz en las fiestas de la Xunqueira puede pasar a la historia como uno de los más concurridos de la Costa da Morte, por unir a público de todas las generaciones o por la cercanía de los músicos con sus incondicionales una vez terminada la función. Incluso puede que se recuerde como el grupo con más carácter propio de los que han han pisado la comarca este verano. Pero no quedará en la retina de los asistentes como ese momento de conjunción mística entre intérpretes y espectadores que cabía esperar con la llegada a Cee del grupo vallecano.

La banda de Txus di Fellatio abrió el repertorio con un ligero retraso sobre la hora prevista, que, más que incomodar al personal, sirvió para que los más interesados fueran tomando posiciones. Empezaron a retumbar los altavoces y, tras el efusivo recibimiento inicial, el público se perdió en La ciudad de los árboles que da título al primero de los temas interpretados.

Empezaron a brillar las omnipresentes cámaras digitales sobre las cabezas del respetable y los más pasotas sacaron tiempo para mandar un mensaje con el móvil, comentar alguna jugada de las fiestas o reponer fuerzas con una bolsita de churros. Incluso hubo quien se atrevió a arrancarse a bailar a ritmo de reggaeton y preguntar si después volvía la orquesta.

Ocurrió un poco de todo, menos cualquier detalle que pudiese dar a entender que aquello se trataba de algo parecido a un concierto heavy. Con excepción de las primeras filas, que daban cabida a los incondicionales del grupo, el resto de la plaza parecía dispuesto a demostrar que, a la generación Tuenti , el folk metal le da un poco igual y que los cubatas con Coca-Cola Zero no digieren bien los acordes de guitarra.

La capacidad vocal de José Andrëa encontró momentos de cierta dignidad, pero su capacidad para movilizar a la masa quedó bastante en entredicho. A pesar de todo, la potencia instrumental de la banda consiguió ganarse al público por momentos. Sobre todo con los coros del respetable en Finisterra, La posada de los muertos o Hasta que el cuerpo aguante, y tambi´´en con el recuerdo emotivo de la catástrofe del Prestige en La costa del silencio .

Sin embargo, el solo de Sergio Cisneros Kiskilla, sirvió tanto para dejar patente que es un gran teclista como para volver a dormir al personal. La gente empezó a moverse inquieta en sus posiciones y el normal avance de los espectadores en dirección al escenario que se produce en los conciertos se tornó en regresión hacia los bares. Txus abandonó su trono de doble bombo y platillos para coger el micrófono, pero tampoco consiguió revertir la tendencia.

Las pausas entre los temas, esas que marcan la diferencia entre tocar canciones o dar un concierto, tampoco se aliaron con el directo de un grupo que empieza a acusar las dos décadas sobre los escenarios.

Al final, las mayores ovaciones de las noche se las llevó la guitarra de Frank, que hizo valer sus vínculos familiares con Cee y tuvo un momento para recordar a los compañeros que se quedaron por el camino.

Por fin, el público rompió a saltar con la Fiesta pagana que llevaba esperando toda la noche y se marchó con el mismo ánimo con el que había venido.