Una estirpe de hombres de ley

CARBALLO

Antonio comparte con sus dos hijos mayores, Antonio y Juan, la pasión por la abogacía, una profesión que también ejercieron su padre y su abuelo

12 abr 2009 . Actualizado a las 02:00 h.

Aunque Antonio Vázquez Guillén vive y trabaja en Madrid desde que se licenció en Derecho, hace ya más de 40 años, lo cierto es que se siente gallego por los cuatro costados. Nació Cee, vivió en Carballo y ahora regresa siempre que puede al Pazo dos Mouzo, en la parroquia camariñana de Xaviña, una hermosa casona restaurada con mimo que la familia Vázquez-Guillén ha convertido en su particular cuartel general. Casi igual de gallegos se sienten sus dos hijos mayores, Antonio y Juan, que de su padre no solo han heredado el parecido físico, sino también el amor por la Costa da Morte y la pasión por la abogacía, una profesión que, aseguran, los tres eligieron por vocación.

Recalcan la vocación porque echando un vistazo a su árbol genealógico cualquiera pensaría que el Derecho es un cromosoma más de su mapa genético. El padre de Antonio, Antonio Vázquez Mouzo, también fue abogado en Carballo (ocupó el cargo de vicepresidente del Colegio de A Coruña), pero mucho antes lo fue también su abuelo, Argimiro Guillén, quien llegó a dirigir la alcaldía de Cee. De este último, por cierto, heredó Vázquez Guillén el gusanillo de la política, a la que dedicó con pasión muchos años de su vida. Militó en la UCD y formó parte de la comisión que entre 1977 y 1978 se dedicó a preparar la Constitución. «Disfruté muchísimo, durante muchos años estuve en el Tribunal del Orden Público defendiendo causas políticas y durante seis años fui diputado», explica, al tiempo que reconoce que todos los días se levanta con ganas de volver al ruedo político. «Pero ya es tarde, para eso hay que estar metido de lleno en la pomada», explica Antonio, cuyo tío abuelo Evaristo Mouzo ejerció como magistrado del Tribunal Supremo, mientras que su suegro, Clemente Fernández de la Riva, fue uno de los letrados más famosos de la capital de Galicia.

Con estos antecedentes cuesta creer que a los abogados más jóvenes de la familia Vázquez-Gillén, Antonio y Juan, no les diese vértigo dedicarse al Derecho. O al menos que no pensasen en aprovecharse de la experiencia y de los contactos de su padre. Pero aunque siempre tuvieron muy en cuenta sus consejos, ambos prefirieron volar por libre. «Desde el primer momento me lancé a la aventura», dice Juan, quien hace diez años montó «desde cero» el despacho Zurbano&Caracas. «Padecí la competencia feroz de mi padre», dice con humor mientras que este no puede evitar mirarlo con orgullo.

Antonio, por su parte, invirtió cuatro años de su vida en preparar la oposición de abogado del Estado. «Me encerré en un zulo», dice. Y aprobó a la primera. Su destino: A Coruña, una ciudad en la que reconoce que fue muy feliz y en la que le tocó lidiar con temas realmente difíciles, como el accidente del Helimer en el Rey Álvarez II . Además, en el 2002 asumió la dirección y coordinación de las actuaciones jurídicas relacionadas con el catástrofe del Prestige . «Aprendí muchísimo y viví una etapa muy interesante que me llevó por todo el mundo», dice el joven abogado, que desde el 2006, año en el que pidió la excedencia, trabaja en el bufete Allen&Overy, donde lleva, fundamentalmente, casos de Derecho Mercantil, una especialidad que comparte con su padre y su hermano. «Juega en otra liga, está en el círculo mágico de los grandes despachos», explica su padre sin ocultar su satisfacción.

«Yo estoy encantado de que mis hijos se dedicasen a lo mismo que yo, porque todos los días me voy encantado a trabajar y sé que ellos también», dice Antonio, quien se muestra convencido de que alguno de sus nietos, hoy todavía muy pequeños, seguirán sus pasos. No sería de extrañar, porque, por genética, son hombres de ley.