Medio siglo de las torres de la Barca

CARBALLO

Este año se cumplirán 50 de la construcción de los dos campanarios del santuario de Muxía, una de las imágenes ya clásicas de la Costa da Morte

20 ene 2009 . Actualizado a las 02:00 h.

En una de las paredes del interior del santuario de la Barca de Muxía, una modesta placa reza lo siguiente: «Torres donadas por Don Romualdo Bentín Moreira, gran protector de este templo, inauguradas el 29 de septiembre de 1959, siendo párroco Don Manuel Eirín Cadavid». En este 2009 que acaba de comenzar se cumplirá, por tanto, el medio siglo de vida de las dos imponentes torres que son algo más que el alojamiento de las campanas: componen una de las estampas clásicas de Galicia, una imagen iconográfica del país, y sobre todo de su cultura: las fiestas, las tradiciones, el fervor religioso.

La efeméride sorprenderá a muchos, que sin duda creerán que estas torres llevan ahí toda la vida . Mucha vida vertical y casi gótica sería para la que empezó como una modesta ermita frente un lugar de culto desde tiempos ancestrales (autores como Blanca Fernández-Albalat o Antón Castro, entre otros, han indagado en ello), muy anterior a mediados del siglo XVI, pese a que es de este momento el primer documento escrito que se conserva.

Vimianzo

Pero no. De hecho, muchos vecinos que recuerdan las obras. Y uno de Vimianzo, mucho más que otros. Se trata de Andrés Alborés, hijo de José Alborés Gándara, que fue alcalde (presidente de una comisión gestora) de Vimianzo y contratista de los trabajos, que proyectó el arquitecto Peregrino Estelles. Padre e hijo aparecen en una fotografía tomada a la conclusión de la obra, que llevó -recuerda- seis meses, repartidos en dos años, entre el 58 y el 59, por el mal tiempo. El viento, la lluvia y las baixas de mar, entonces, pegaban tanto o más que ahora.

Cuenta Alborés hijo que él llegó hasta el santuario tras acabar la mili. Allí ayudó en lo que pudo a su padre y a los obreros. Canteros no había muchos (sí un maestro que dirigía a los trabajadores), pero peones, unos cuantos, la mayoría de Traba de Laxe. Y, con todo, el trabajo salió muy bien.

Hubo que trasladar mucha piedra y picarla para levantar las torres. Toda ella vino de Berdoias, de un monte muy cercano a la iglesia. «Los materiales deberán ser de la mejor calidad», se especificaba en el contrato firmado el 19 de agosto del 58 ante el notario vimiancés Rafael Benzo Menze.

Romualdo Bentín Moreira

Todas estas inversiones, y algunas más, fueron sufragadas por Romualdo Bentín Moreira, un emigrante (por cierto, tío del fotógrafo Ramón Caamaño Bentín al que le fue muy bien en el comercio, especialmente con el encaje) benefactor de Muxía.

José Enrique Rivadulla Corcón es el autor del magnífico libro Santuario de Nuestra Señora de la Barca. Notas históricas (1974), un prolijo compendio de todo el proceso, incluidos los detalles más mínimos, que afectaron al templo, y en sus páginas se recogen precisamente los aspectos de la construcción de las torres, así como otros de interés. Aparecen incluso todos los gastos, desglosados, a los que hizo frente Bentín Moreira, quien, en 1965, también sufragaría la pintura del retablo del altar mayor, además de los laterales de Santiago y San Juan. Solamente esto le costó 600.000 pesetas de la época.

En el libro se narra como corresponde la jornada de inauguración de los trabajos: «La inauguración y bendición de las torres y campanas tuvo lugar a las 17.00 horas del día 29 de septiembre de 1959, festividad del Glorioso Arcángel San Miguel, por el señor obispo auxiliar Novoa Fuente».