A por el siglo tras los fogones

E. E.

CARBALLO

La familia abrió el restaurante Lestón, en Sardiñeiro, en 1917 y no han dejado la hostelería. Uno de ellos dirige el Hostal dos Reis Católicos

04 ene 2009 . Actualizado a las 02:00 h.

Cuando en 1917 abrió sus puertas el restaurante Lestón, en Sardiñeiro, faltaba mucho para que se comieran cosas como las nécoras, los percebes, las centollas o las navajas. La mayor parte de tales bichos no eran sino molestias en los aparejos de los pescadores.

Ya llovió. Pero la casa sigue funcionando después de haber crecido durante casi un siglo.

El negocio lo arrancó, cuanta Alberto Castro Marcote, Manuel Marcote Lestón después de regresar de Argentina. Su esposa, María Suárez, no quiso ir allá, así que él vendió su empresa y regresó para montarla en casa. Y creó un restaurante que nació con tienda de ultramarinos.

Pasaban por allí los que iban a comprar ganado o los muchos marineros que trabajaban para las conserveras de la zona. Turistas, ni uno, sobre todo porque todavía tardarían cerca de 50 años en llegar.

Recuerda Amparo Marcote que cuando no había sitio en el entonces pequeño comedor, los que no cabían se metían a comer en la cocina.

Muchas cosas han cambiado desde entonces. El restaurante cambió la ubicación de la cocina, desapareció, en los años 60, el ultramarinos y se amplió el comedor hasta el actual, en el que pueden juntarse unas 90 personas.

Pero también hay cosas que siguen como entonces. Cuenta Alberto Castro Marcote, actualmente al frente del establecimiento, que en 91 años de andadura los calamares en su tinta jamás desaparecieron de la carta. La tortilla tampoco, aunque Amparo confiesa que como las de su abuela nunca volvieron a salir: «Tiñan algo especial, nunca lle collemos o truco», dice.

Con ella se casó Alberto Castro Lestón, de Lires (Cee) y mecánico de profesión, hasta que la cambió por el restaurante y empezó a comprar y vender marisco. Cuando ellos empezaron, había a patadas. De todo y a precios bajos. Un kilo de los mejores percebes de 1970 no pasaban nunca de las 100 pesetas. Sí, 66 céntimos de euro. Entonces era más que ahora.

Fue en los 60 cuando empezaron a abrir otros restaurantes por la zona y cuando llegaron los turistas, que ahora son responsables de una buena parte de la facturación de la empresa, sobre todo en verano.

Lo de seguir adelante con la empresa para ellos es ya una tradición. Muchos clientes ya son amigos. El futuro, con todo, no está aun asegurado. Su hija, dice, no quiere continuar la tradición. «O fillo, a ver».

A lo mejor hace como su hermano, Julio, que estudió Hostelería -y Magisterio- y ya no volvió. No pudo estar ayer en Sardiñeiro porque trabajaba en Santiago, en el Hostal dos Reis Católicos, uno de los paradores más importantes y emblemáticos de España y del que es director. Antes ya dirigió el de San Estevo de Ribas de Sil y el de Monforte. Eso es llegar alto en el mundo de la hostelería. Algo hará casi un siglo de vocación corriendo por sus venas.