Un encuentro de motos antiguas reunió a 160 aficionados en A Pobra

Sara Ares CORRESPONSAL | NOIA

CARBALLO

Algunos de los participantes procedían de Portugal, Bélgica y Francia Una de las piezas que más sorprendió fue un vehículo de la Segunda Guerra Mundial

10 sep 2006 . Actualizado a las 07:00 h.

La primera Xuntanza Internacional de Motos Antigas Praia de Cabío, celebrada ayer en el término municipal pobrense, resultó un éxito, a juzgar por los comentarios hechos tanto por los organizadores como por los participantes. En la concentración, se inscribieron 93 motocicletas, pero la cifra de asistentes fue superior, ya que se juntaron 160 personas. La iniciativa partió del Moto Clube Praia de Cabío, fundado a comienzos de este verano, que contó con la colaboración del Ayuntamiento pobrense y con el apoyo de varias empresas y establecimientos hosteleros de la zona. A mayores de los anfitriones, se desplazaron a tierras barbanzanas moteros procedentes de Portugal, Bélgica, Francia, León, Asturias y diferentes puntos de Galicia, entre otros, Boqueixón, Padrón, Vigo y Compostela. Especialmente numerosa fue la delegación lusa, integrada por 26 amantes de estos vehículos sobre dos ruedas. Los asistentes salieron del arenal de Cabío hacia las once y media de la mañana y enfilaron rumbo a Boiro, Noia, Porto do Son y Ribeira, para regresar nuevamente a la villa pobrense. En esta última localidad, el presidente del Moto Clube Praia de Cabío, Rafael Méndez, y un motorista portugués realizaron una ofrenda floral ante la escultura dedicada al escritor Ramón María del Valle Inclán. Curiosidades Entre los medios de locomoción que tomaron parte en la concentración, había modelos de más de sesenta años de antigüedad, y marcas legendarias, como Vespa, Montesa, Vultaco, Lambretta y otras. Una de las piezas de coleccionismo que más llamó la atención fue una motocicleta de la época de la Segunda Guerra Mundial, que llevaba incorporada una metralleta, eso sí inutilizada. La organización obsequió a los participantes con una bolsa que contenía regalos donados por el Concello, dos industrias conserveras y otras empresas de la zona. Entre los artículos, había guías turísticas, cerámica y prendas deportivas.